Mañana, día 17, hay una manifestación cuyo lema es “Todos los niños robados son también mis niños”, a la que, por el momento, no tengo noticias de que se haya adherido el cardenal Rouco. Se conoce que el cardenal no ve con la misma simpatía la lucha contra el aborto que el de las madres que sospechan, con fundamento, que pudieron robarles sus hijos quieran saber la verdad de lo ocurrido.
Sin embargo, sería deseable que Rouco se interesaría por este asunto, puesto que en todas o en la mayor parte de las veces en las que se ha podido producir el robo de un bebé había alguna monja por en medio. Podría convencer a todas las que tuvieron algo que ver, o a su orden religiosa, para que atiendan a las doloridas madres, o a los hermanos de los niños buscados, y les ayuden en sus indagaciones.
Se supone que si al cardenal le interesa la suerte de los niños que han sido concebidos, pero pueden ser abortados, también debería preocuparse por los que ya nacieron. Un cardenal, sobre todo si se muestra tan sensible en el caso del aborto, debería ser capaz de ponerse en el lugar, por poner un ejemplo, de unos padres cuyo hijo estuvo mejorando de forma ininterrumpida durante 25 días en la incubadora, y de pronto, cuando les acababan de decir que ya se iban a poder llevar, se les comunica que ha muerto y luego no se les enseña ni entrega el cadáver, porque ha sido incinerado. Yo no creo que ninguna madre ni ningún padre del mundo pueda evitar el desasosiego de por vida ante un episodio como este. Y al parecer hay muchos.
¿Cómo no solidarizarse con todas estas personas que viven con esa zozobra en el espíritu? ¿Cómo es que Rouco no ordena, o por lo menos aconseja, que todos los estamentos de la Iglesia colaboren con ellas? ¿Por que Rouco, junto con las monjas, no se suma a la manifestación?
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