Mientras Francisco Camps se indigna de vez en cuando en el juicio que se sigue contra él, la farmacia de su mujer hace huelga porque no cobra. La situación de la Comunidad Valenciana es catastrófica, pero al responsable de que las cosas sean así se le juzga por unos trajes (a otros de otros lugares ni eso), y cabe la posibilidad de que sea absuelto.
Las cuentas no le salen al gobierno de Alberto Fabra, y no le saldrán tampoco mientras mantenga en nómina entidades tan inútiles como el Consejo Valenciano de Cultura, tan complaciente con la clase política; la Academia Valenciana de la Lengua, la más cara e inútil del mundo; el Sindic de Greuges; el Consejo Jurídico Consultivo, en el que asientan sus posaderas dos “juristas” de tan “reconocido prestigio” como el citado Francisco Camps y Joan Ignasi Pla; etc. Claro que Alberto Fabra no se va a atrever a suprimirlas, es más fácil no pagar a los proveedores, o congelar los sueldos de los funcionarios. Esas entidades sirven para enchufar a algunos que no han tenido sitio en las listas, o para tener callados a otros. Nos cuestan mucho dinero, pero Fabra lo paga con nuestros impuestos.
También paga con nuestros impuestos ese desvarío que es la televisión valenciana. No encuentra el modo de frenar la sangría. Tampoco se le ve con ánimos de acabar de una vez por todas con ese capricho de la Fórmula 1, que algunos atrevidos, o caraduras, alegan que es rentable.
Sin embargo, el Museo Torres Sala ya está cerrado. No obstante, al Puente de las Flores se le han renovado las flores. La vida es cruel. Y la Biblioteca de la Mujer está en peligro. Es difícil torcer los designios de quienes mandan en esta España que dicen democrática. Nunca he visto gente tan amable y tan preparada como en la Biblioteca de la Mujer. Es una biblioteca, además, necesaria y conveniente para torcer el rumbo de este mundo tan prepotente en el que vivimos.
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