domingo, 16 de febrero de 2014

A Vidal-Folch se le va la olla

En un artículo furibundo, que lleva el engañoso título Abajo el nacionalismo lingüístico, comete varios errores e injerencias en asuntos que no le incumben.
Lo que defiende precisamente es el nacionalismo lingüístico o imperialismo catalán. Pero es que empieza ya mal, o peor que mal. Sus palabras textuales son estas: “Sólo hay un nacionalismo más insidioso y brutalista —a veces violento— que el catalán: el español.” Y resulta que la agobiante presión en Cataluña la sufren los normales, los que no son nacionalistas. Pero lo cierto es, sobre todo, que todos los nacionalismos son igual de nocivos. El camino hacia la civilación pasa por la desparición de los nacionalmos, que tantas desgracias causan y han causado.
Se mete, además, con la lengua que hablamos en el Reino de Valencia. ¿Con qué derecho se inmiscuye en tal asunto? Los dueños de las lenguas son quienes las usan. Que hable del español y del catalán en Cataluña y deje que los problemas de los valencianos sean resueltos por los valencianos, que es lo educado.
Se refiere también a la Academia Valenciana de la Lengua, ese engendro diabólico que exigió Jordi Pujol a José María Aznar como condición para darle su apoyo. Fue una traición en toda regla a los valencianos que se encargó de llevar a cabo Eduardo Zaplana y luego ratificó Francisco Camps al incluirla en un Estatuto que nadie había pedido.
El nacionalismo y el socialismo son incompatibles, pero las izquierdas españolas están impregnadas de nacionalismo y el Reino de Valencia no es una excepción y la derecha no acierta a manejar este asunto y otros más que a base de traiciones a los ciudadanos.
Se obliga a los alumnos valencianos a gastar tiempo y energías en el estudio de una lengua que no quieren y que olvidarán en cuanto acaben sus estudios, salvo los que trabajen en la Administración, que esa es otra. A Vidal-Folch hay que ponerle un cero en democracia.

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