domingo, 9 de febrero de 2014

La dimisión de un ministro inglés

Cuando alguien que tiene un cargo público, lo que significa que su sueldo es pagado con los impuestos, dimite al detectarse cualquier anomalía en sus actividades, demuestra tener respeto a los ciudadanos.
No es necesario que la anomalía detectada fuera hecha de forma consciente. Basta con que ocurra para que sea conveniente presentar la dimisión. Nadie es imprescindible. Lo importante en democracia es el funcionamiento de las instituciones.
Los políticos deberían ser personas con la vida resuelta que un día toman la decisión de sacrificarse durante un tiempo por los demás. Ese periodo viene a ser de unos ocho años. Deberían poner sus aptitudes y conocimientos al servicio de la sociedad y luego retirarse con la satisfacción de haber contribuido al progreso de la humanidad.
En España, en donde no hay tradición democrática, abundan los políticos que han accedido a la política 'sin tener la vida resuelta'. Es decir, optan por la política como forma de vida. Es, en realidad, su verdadera profesión. De ahí que cuando 'pillan' un cargo cueste tanto despegarlos de él. El asunto ha de ser muy gordo para que sus superiores le obliguen a dimitir, en el frecuente caso de que deba hacerlo y no lo haga. Esto se entiende perfectamente, puesto que si un 'superior' obligara a un subordinado a dimitir por cualquier motivo establecería un precedente que quizá le obligara a dimitir a él mismo tiempo después.
En este sistema político español, que llamamos democracia, la política es una profesión. El modo de alcanzar un cargo en la política quizá sea más duro que aprobar unas oposiciones. Hay que ganarse la voluntad del jefe, quitar de en medio a unos cuantos y luego conservar el favor del jefe. Es un esfuerzo constante que no termina con la aprobación de las oposiciones.

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