lunes, 3 de febrero de 2014

Artur Mas frente a Felipe González

Sería curioso saber qué cálculos hizo Artur Mas para atreverse a debatir con Felipe González, uno de los parlamentarios más hábiles que ha dado la reciente democracia española.
Siempre supo encontrar recursos dialécticos, incluso cuando no tenía razón. En este aspecto, Artur Mas es claramente inferior, y sus asesores deberían habérselo insinuado; con tacto, desde luego, para que este tipo del mentón cuadrado no sintiera molesto.
Se daba el caso, además, de que Felipe González tenía ventaja de salida, puesto que defendía una idea razonable, frente a la insana de su contrincante.
Artur Mas es alguien que sólo puede hablar ante personas cuyos cerebos han sido colonizados previamente. Nadie que no tenga ideas preconcebidas puede tomarlo en serio.
Tal vez pensó que Felipe González ya no levanta pasiones como antaño y que en un debate con él su proyecto podría alcanzar dosis de seriedad. Nada de eso ocurrió. Artur Mas fue manipulado y ridiculizado.
Es tan ridículo todo lo que dice este presidente catalán que ahora la culpa de lo que sucede en Cataluña la tiene Aznar, imputación que regocijó en grado sumo a su interlocutor. Parece mentira que dos personas mayores incurran en estas tonterías. Ambos criticaron al Tribunal Constitucional, pero fue el gobierno de Felipe González el que acabó con la poca independencia que tenía la Justicia.
En la entrevista se percibe al [mal] catalán obcecado en la consecución de sus propósitos y dispuesto a sortear la ley, o burlar la ley, del modo que sea. Escasa calidad democrática la suya. Pero es que nacionalismo y democracia son antónimos.
Un buen político trata de buscar lo mejor para los ciudadanos que tiene a su cargo y, desde luego, es consciente del valor de la duda, que, según Borges, es uno de los nombres de la inteligencia. Artur Mas no duda.

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