miércoles, 7 de enero de 2015

Pablo Iglesias contra Angela Merkel

Hace años estuve en un acto sobre los superdotados intelectuales en el que participaron un psiquiatra y una psicóloga valencianos y un psiquiatra madrileño. Este último llevaba coleta y se nos informó de que había convertido el jardín del chalet en el que vivía en Madrid en un huerto, puesto que en lugar de petunias y camelias cultivaba alcachofas y berenjenas. Entendí que su coleta era la representación de la añoranza de una forma de vida más sincera.
La coleta de Pablo Iglesias, en cambio, viene a ser como una marca. Un modo de distinguirse. Una señal de prestigio.
Pero no se le debería encuadrar en el mundo de los creadores, ni muchos menos en el de los benefactores, sino en el gremio de los prestidigitadores. Cuando parece decir una cosa está diciendo otra en realidad. He aquí pues que a él la democracia le importa un bledo. Es un medio para conseguir sus fines, como también lo fue para Hitler, y luego para Chávez y algunos más.
A este sujeto con coletilla le molestan mucho las críticas, y como tiene poder, el que le otorgan quienes se tragan sus patrañas, se dedica a perseguir a quienes lo hacen. Hace poco se ha fijado en Alfonso Rojo, Amando de Miguel, Alejo Vidal-Cuadras, Hermann Tertsch e Isabel San Sebastián. Es curioso que no figuen en la lista Félix de Azúa o Santiago González, que vienen descubriendo las miserias de este partido con mucho acierto.
Pero es que también quisiera cerrarle la boca a Angela Merkel. ¿Por qué no tiene derecho a opinar esta señora? Hubo un irresponsable, que luego se convirtió en el presidente del gobierno, que no se levantó al paso de la bandera estadounidense. Ganó votos con eso y los ciudadanos perdieron dinero. Otro irresponsable, que también podría acceder a la presidencia del gobierno, insulta a Merkel para conseguir votos, aunque a los ciudadanos puedan sufrir un quebranto económico.

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