jueves, 22 de junio de 2017

Ser socialista

Algunos dicen ‘soy socialista’, como si dijeran ‘soy una vaca’, o ‘soy japonés’, es decir, como si hubieran nacido con esa condición, o les tuviera que acompañar por el resto de sus días, lo cual también ocurre, porque los hay que la heredan y se quedan con ella para siempre.
También puede darse el caso de que lo hayan elegido libremente, pero luego se la han marcado como a troquel. Es cierto que algunos dicen ‘soy ateo’, o ‘soy católico’, pero no es lo mismo. Un católico o un ateo no han de participar en ninguna elección, sino simplemente atenerse a su código moral o ético, cosa que muchas veces no ocurre, pero esa no es la cuestión.
En un Estado democrático no se debe decidir la opción de antemano, las simpatías sí. Un Estado democrático debería estar poblado por demócratas, es decir, por personas responsables, cumplidoras de la ley y empeñadas en contribuir al bien común. Ya se ve con esto que algunas de las fuerzas políticas que operan en España están muy lejos de poder ser demócratas.
La cuestión es la siguiente: se puede pensar que determinada ideología política puede resolver mejor los problemas a los que se enfrenta la nación, pero luego hay que ver la candidatura que la representa y con qué programa pretende hacerlo. Porque lo que importa al final es el grupo humano que tendrá que desarrollar el proyecto. Conviene tener en cuenta que es mejor un buen gobierno con un mal programa que un mal gobierno con un buen programa.
A la vista de la deriva del PSOE, que fue quien enterró a Montesquieu en su día, lo que propició que el monstruo nacionalista fuera creciendo, y luego lo amamantó cumplidamente, hasta el punto de que aquí ya pocos saben lo que significa la democracia y abundan los que cuando hablan de obligaciones no se refieren a cumplir la ley o ser buen ciudadano, sino de conocer alguna lengua regional, lo mejor es romper el carnet quien lo tenga y procurar que no se entere nadie de que se ha tenido.

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