sábado, 24 de junio de 2017

Yo entiendo a Rufián

Si no intentara afrentar, agraviar, calumniar, denigrar, deshonrar, despreciar, desdeñar, difamar, enlodar, humillar, injuriar, insultar, mancillar, ofender, ultrajar, vejar, vilipendiar...no sería Rufián.
He escrito ‘si no intentara...’, porque esa es su intención. Cuestión distinta es que lo consiga, que aquéllos a quienes van dirigidos sus improperios o diatribas se den por aludidos, o muestren la menor señal de turbación tras escucharlo. No otra cosa podían esperar de él. Ahora bien, si en lugar de insultos salieran elogios de su boca el destinatario de los mismos sí que podría alguna cierta zozobra interior, cierto pasmo, e inmediatamente se pondría a repasar todo, para descubrir en dónde se había equivocado.
Rufián forma parte de ERC, uno de los muchos partidos antisistema que actúan en España, y que en la actualidad está liderado por ese tunante que es Junqueras, pero cuyos anteriores líderes no eran menos tunantes. De ERC no cabe esperar nada bueno en ninguna de las situaciones que se puedan presentar.
La democracia española permite que individuos como Rufián, que aspiran a destruirla, participen en la política y, además, les paga. A Rufián concretamente, y por lo que dicen, le paga muy bien.
Siempre ha sido así: A las personas sabias, con muchos años de estudio y gran calidad de pensamiento, apenas se les hace caso, mientras que grandes botarates, que lo que escupen por la boca no es mejor que el rebuzno de cualquier burro logren gran audiencia. Esto es lógico, porque para atender a un sabio hace falta mucha humildad y capacidad de meditación. Conviene recordar que muchos confunden humildad con hacer la pelota. Son cosas muy distintas. ¿Es humilde?, preguntaba el jefe de personal refiriéndose a un empleado nuevo. Le parecía feo preguntar: ¿le gusta hacer la pelota?
En cambio, los que escuchan a un botarate no sienten ningún complejo; es más, muchos de ellos disfrutan escuchando los insultos. Rufián persigue el voto de la chusma.

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