Puede decirse que Mariano Fernández Bermejo ha irrumpido en la vida política. Sus primeras declaraciones ya fueron beligerantes y quizá con ello pretende demostrar que no tiene intención de ceder ni un ápice. Comenzó refiriéndose a “quienes no supieron aceptar su derrota en las urnas”, dando por sentado que su partido sí supo ganar. Si recuerda las primeras medidas de su gobierno tras las elecciones, deberá reconocer enseguida que la intención era la de abrir una brecha entre ambas formaciones. Y si no era la intención, era la consecuencia inevitable, cosa que tampoco les importaba nada a los miembros del gabinete. Se refirió también el nuevo ministro a la legitimidad del Consejo General del Poder Judicial y debería recordar también que su partido, el PSOE, ha estado más años en el poder que el PP y la UCD juntos, por lo que no puede considerarse ajeno al desprestigio de las instituciones de justicia. Fue el PSOE el que al llegar al poder por primera vez y puesto que la mayoría de los jueces eran supuestamente de derechas, yo eso no lo sé, no fue capaz de esperar a que ese estado de cosas fuese modificándose de modo natural e introdujo otros modos de acceder a la judicatura. Fue el PSOE el que forzó para que el Tribunal Constitucional validase la expropiación de Rumasa. Claro que cuando el PP ocupó el poder tuvo la oportunidad de democratizar al máximo las instituciones judiciales y lo que hizo fue utilizar su influencia también de modo partidista. No parece que el deseo de democratizarlas sea el de este gobierno tampoco. Y menos el de este ministro, que si probablemente en los días previos a su toma de posesión fue tratado de forma poco cortés por sus rivales políticos, él, por su parte, no ha dado ninguna muestra de tranquilidad a la ciudadanía. El ciudadano normal lo que quiere es que los gobiernos, sean de un signo o del otro, gobiernen con honradez, en beneficio de todos y con transparencia y espíritu democrático.
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