jueves, 1 de febrero de 2007

La ministra y el botellón

Mientras el vino, tomado en las cantidades adecuadas, siga sentando tan bien y su sabor continúe siendo tan apreciado, no habrá ninguna ley que pueda impedir su consumo. Tratar de regularlo todo con leyes y normas reduce al ser humano. Toda ley que no sea imprescindible es un impedimento. Si el motivo de la norma es el botellón, hacer la ley es perder el tiempo. Habría que buscar los motivos por los que la juventud se refugia en esas fiestas. Porque mientras perdure el mismo estado de cosas la juventud seguirá con las mismas. Si no tiene vino, buscará un sustituto. La labor de los políticos, más que en convertirse en guardianes de las esencias consiste en procurar motivos a la gente para que se ilusione. Y esta es la cuestión. ¿Por qué hay tanto desánimo en nuestro tiempo? Quizá los políticos dedican más tiempo a vigilar las encuestas que a preocuparse por los ciudadanos. Acaso también convendría decirles que tienen la solución en la mano. Utilizar a la gente inteligente en función de su inteligencia y no de sus habilidades puede ser un buen método. Con esto me refiero a que los poderes públicos podrían y me atrevo a decir que deberían, potenciar y utilizar las asociaciones de personas inteligentes, como Mensa e ISPE, por citar a dos. Son muchas las utilidades que se pueden obtener de ello y todas en beneficio de la sociedad.
En realidad, todas, por lo que yo sé, fueron creadas con la finalidad de servir de algún modo a los demás. Ocurre que las posibilidades merman mucho desde el momento en que no se recibe la atención necesaria. Tenemos ahora, pongamos por ejemplo, un problema con los jóvenes que recurren al botellón y quizá el concurso de los más inteligentes de los ciudadanos pudiera servir para ayudar a resolverlo.

1 comentario:

Unknown dijo...

Me sorprendes Vicente, una asociacion de lo que sea primero tiene que preocuparse por sus propios asociados para luego empezar a pensar en el resto de la sociedad.
Dime una cosa: Mensa tanto ha cambiado desde que me fui de alli?
En fin, el mar...