Se suele decir, yo lo hago a veces, que Xavier Casp se sintió engañado en la AVL. Pero no es cierto que se sintiera engañado, fue engañado. Rotundamente engañado ¿Qué hacía él en la AVL? Esta academia es un invento de Zaplana, secundado por Camps y González Pons, para traicionar a los valencianos. No se sabe como consiguieron que Casp formara parte de ella, sí los otros supuestos defensores del idioma valenciano. Puesto que Casp dimitió en cuanto se dio cuenta del asunto y los demás no lo hicieron, es evidente que están por el sueldo. Ahora la AVL propone que se le dedique una calle y aunque en un principio parece una iniciativa loable, no es justo que el nombre del poeta quede vinculado de ese modo a la Academia Valenciana de la Lengua. Debería ser el ayuntamiento de Valencia quien por un momento olvidara los grandes eventos, las grandes recalificaciones, los grandes estadios, los grandes impactos en la ciudad (¡qué miedo!) y se fije un poco en ese espíritu poético, y por tanto susceptible de ser engañado, y le dedique una calle. Es vergonzoso que no lo haya hecho aún y más teniendo en cuenta que otros muchos poetas, cuyas poesías son horribles, tengan calles dedicadas, sólo porque las han escrito en catalán. A los académicos de la AVL, cuyos generosos sueldos no tenemos el porqué pagar los valencianos, es decir, no hay ningún precedente en ningún sitio que sirva para justificar sus salarios, hay que agradecerles que se hayan acordado de quien por dignidad dimitió de su cargo y dejó, por tanto, de ser académico y de cobrar de la Academia; y, además del agradecimiento convendría explicarles que el mejor modo de homenajear al gran poeta valenciano sería disolver esa Academia. En ese caso, sí que sería aceptable que en el rótulo se hiciera constar que se le había dedicado a petición de ellos.
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