jueves, 15 de febrero de 2007

La finalidad de la pena de cárcel

Según trascendió a la prensa, nuestros constituyentes no querían que la pena de cárcel tuviera como motivación la venganza sino la reinserción de los delincuentes. Lo mejor de la Transición fue, sin duda, el espíritu que consiguió crear Adolfo Suárez. Muchas de las ideas que surgieron entonces estuvieron bien concebidas pero muy insuficientemente desarrolladas. Pretender que la cárcel sirva para reinsertar a quienes la pueblan no es más que una lejana utopía. Eso no quiere decir que algunos no lo logren, pero vienen siendo minoría. Y para los grandes criminales resulta maravilloso que los padres de la patria pensaran así. En realidad la cárcel sirve para que quienes entran no delincan mientras están dentro y para que su existencia sirva de freno a los potenciales delincuentes. Con la legislación actual, según demuestra el caso De Juana Chaos, lo mismo da matar a uno que a 25. Si le hubieran dado un poco más de tiempo, hubiera intentado batir su marca unas cuantas veces. Y ahora estaría en la misma situación, haciendo huelga porque no hay derecho a que lo tengan en la cárcel, y llenando de preocupación a Uriarte, a Ibarretxe, a Otegi, etc. La experiencia demuestra que los más infames personajes que dan con sus huesos en las cárceles no acumulan más maldad porque no pueden. No es que no se arrepienten de sus actos, es que están psicológicamente incapacitados para ello. La cárcel es un castigo duro y algunos delincuentes son buenas personas y está muy bien que las leyes y los jueces tengan miramientos con ellos y los ayuden en la medida de sus posibilidades. Pero otros han elegido el mal y disfrutan con él. Mantenerlos entre rejas es una medida profiláctica. Por otro lado, el verdadero castigo para estos elementos consistiría en que un funcionario dialogara con el reo, del mismo modo que ocurre en la novela de George Orwell, 1984, y le fuera deshaciendo todas y cada una de las coartadas morales que le llevaron a matar. Llegaría un momento, podría tardar años, en que no le cabría más opción que percatarse de su maldad, si no hubiera enloquecido por el camino. Llegado a este punto, no habría psicoterapeuta capaz de liberarle del dolor. Habría que recurrir a los fármacos. Quienes creen en la impunidad se equivocan.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

esta demostrado que las cárceles son una escuela del vicio..losque adentro se encuentran jamás podrán readaptarse a la sociedad al contrario adentro encuentran verdaderos sistemas perfectamente estrucuturados para delinquir.

María Paz Díaz dijo...

Lo del tipo este de ETA es una vergüenza para lo que esperamos que sea el Estado de Derecho, pero no me cabe ninguna duda de que hay que aplicar la ley escrupulosamente, por mucho que al final de su condena quede libre sin arrepentimiento.

Lo que la ley establece es que cumpla la condena, no que se arrepienta.

Y como no se ha arrepentido, me figuro que volverá a delinquir, y entonces volverá a la cárcel.
Si no delinque, es que lo de que no se arrepiente es sólo una fanfarronada.
Mejor para todos.

En cualquier caso, es un tema que ignoraría, porque precisamente lo que busca es la publicidad.