Para ser astronauta, lógicamente, hay que tener muchas cualidades. Muchas de ellas las tuvo que poner en juego Lisa Nowak para cometer su estúpida acción. Afortunadamente, su pasión era tan fuerte que la cegó por completo y no la dejó planear bien lo que pretendía. Lo que se pone de manifiesto con este asunto es que tener grandes condiciones físicas o intelectuales no predetermina hacia el bien ni hace que nadie sea merecedor por eso mismo de ninguna consideración especial. Al final, el comportamiento humano depende de la voluntad. Una astronauta puede decidir optar por su pasión y por los celos y utilizar sus habilidades de forma delictiva para satisfacer su rencor contra la persona que la ponía celosa. Se ha dejado llevar por el egoísmo y no ha sido capaz de pensar en su familia ni el daño que iba a hacer a otra persona. En cambio, alguien tan simple como Sancho Panza puede volar más alto que muchos de los figurines que pululan por las páginas de los medios, reclamando premios y reconocimientos, simplemente porque tienen poder para pedirlos. ¿Cómo se puede medir a un ser humano? Resulta muy difícil, puesto que nunca se tienen suficientes datos para ello. La vida a veces pone a la gente en su lugar, como es el caso de Sancho Panza, pero siempre no ocurre así. Hay que tenerse por satisfecho con haber intentado adecuar nuestra voluntad al bien común y no para contentar a nuestro propio interés egoísta. Esta constatación de que lo importante es la voluntad debería servir también para erradicar cualquier tipo de envidia hacia las personas más fuertes físicamente, o más hábiles o más inteligentes.
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