Si Dios hubiera querido, se hubiera mostrado de forma palpable y fehaciente y así nadie hubiera podido albergar ninguna duda al respecto. No habiéndolo hecho así, está claro que lo que pretende es que cada uno saque sus propias conclusiones. Es cierto lo que apunta Cañizares en el sentido de que en el mundo de hoy se rinde culto a los triunfadores, dándole al título triunfador un sentido totalmente mundano y, por tanto, muy alejado del que preconizaría Sócrates, por ejemplo. Pero los propios Obispos y Cardenales suelen estar más cerca de esos “triunfadores” que de las gentes humildes, algunas de las cuales atesoran cualidades que a los poderosos les suelen reclutar ajenas. Ha habido “triunfador” que ha utilizado el nombre de Dios a lo largo de su existencia entera, se ha codeado con las más altas instancias de la Iglesia, ha puesto el grito en el cielo cuando ha creído que un rico amigo suyo ha sido víctima de una injusticia, y nada de eso le ha impedido traicionar con descaro a un pobre que sí que padecía injusticia. El propio Cañizares, en el curso de un homenaje que le hicieron en un pueblo, se solidarizó, sin venir a cuento en dicho acto, con el cura que había entonces en Sinarcas, que se había enfrentado con el pueblo, y a renglón seguido añadió “y quiero mucho a los sinarqueños”, con lo que vino a decirles que ellos no saben lo que les conviene. Esos menosprecios no son dignos de una jerarquía.
Y es que el papel de la Iglesia debería ser el dar testimonio de Dios en el mundo. Y darlo con el comportamiento, con la protesta ante la injusticia, con la defensa de los débiles, con el amparo a los desfavorecidos. Sin embargo, parece que lo que buscan los obispos es mantener el poder del que tradicionalmente han gozado. Imponer a Dios por la fuerza es mucho más fácil que mantener el comportamiento adecuado. Intervenir en el debate político, tratar de forzar al gobierno a que cambie alguna ley, no es tarea eclesial. Los beneficios que puede dar la Iglesia al mundo no proceden de las leyes que logre imponer, sino del ejemplo que sus miembros puedan dar.
Y es que el papel de la Iglesia debería ser el dar testimonio de Dios en el mundo. Y darlo con el comportamiento, con la protesta ante la injusticia, con la defensa de los débiles, con el amparo a los desfavorecidos. Sin embargo, parece que lo que buscan los obispos es mantener el poder del que tradicionalmente han gozado. Imponer a Dios por la fuerza es mucho más fácil que mantener el comportamiento adecuado. Intervenir en el debate político, tratar de forzar al gobierno a que cambie alguna ley, no es tarea eclesial. Los beneficios que puede dar la Iglesia al mundo no proceden de las leyes que logre imponer, sino del ejemplo que sus miembros puedan dar.
1 comentario:
En este link hay 8 demostraciones lógicas de que Dios no existe:
http://www.taringa.net/posts/offtopic/878926/8-demostraciones-l%F3gicas-de-que-Dios-no-existe_.html
Me quedo con la de Epicuro.
Publicar un comentario