Eduardo Punset ha concedido una entrevista a Rafa Marí, para Las Provincias, que recomiendo leer, puesto que me parece francamente interesante; afirma en ella que lo opuesto del amor no es el odio, sino el desprecio. Si lo dice será porque cree que es así. Por mi parte, se me ocurre apuntar que quien odia trata de hacer todo el daño que puede al objeto de su odio. Es por eso que el odio embrutece a quien se deja dominar por él. El desprecio es otra cosa. Conviene diferenciar entre ser despreciable y ser despreciado. Despreciable es algo que no merece ser tenido en cuenta, por diversos motivos. En cuanto al ser humano se refiere, que es de lo que se trata, despreciable es alguien en quien destaca su maldad, la mezquindad de sus actos, su proclividad a portarse siempre del modo más ruin. El desprecio injusto no debería hacer mucha mella en la persona despreciada, que debe centrar sus esfuerzos en actuar correctamente primero y sólo después en que su comportamiento correcto sea apreciado. Algunas personas usan el desprecio de forma caprichosa o interesada. Desprecian aquello que les produce temor, por desconocerlo, o que está fuera de su alcance. El desprecio les sirve para reafirmar sus maltrechas personalidades, puesto que están incapacitados para lograrlo mediante el esfuerzo, como sería lo aconsejable. Hay personas tan prontas a humillarse ante el superior jerárquico y en general ante todo aquel al que se suponga con poder e impelidas a despreciar todo aquello que no entre en sus círculos de interés, que no suelen contener intenciones elevadas o aspiraciones de alcanzar la bondad. Los sueños de las personas de desprecio fácil se circunscriben a lograr la sonrisa de sus superiores y a comprarse más casas y más coches. Al final, quizá resulte más cómodo ser despreciado que ser odiado. Aunque quien desprecia injustamente, odia al mismo tiempo. Este es el despreciable.
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1 comentario:
Un saludo Vicente. Hay personas que tienen una enorme necesidad de sí mismos, una gran falta de personalidad. Eso les lleva a ir buscando en los demás paliativos de sí mismos e ir despreciando lo que se parece a ellos.
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