Gloria Martínez Amigó, de la falla Blanquerías y dependienta de El Corte Inglés, y Victoria Blázquez Cercós, de Pizarro- Cirilo Amorós y estudiante de 5º de CEU, son ya oficialmente las nuevas falleras mayores de Valencia. Durante un año van a ser las encargadas de intentar seducir al mundo, en nombre de la ciudad, con su juventud, su simpatía, su elegancia y el rico ropaje de valenciana. Porque el papel de las falleras no consiste en desnudarse, como han hecho algunas, sino en lucir el que posiblemente sea el más bello traje regional del mundo. Naturalmente que las componentes de la comisión fallera de Silla tienen derecho a lucir su palmito, pero deberían haberlo hecho bajo cualquier otra denominación y no como falleras. Lo que se han de comer los gusanos que lo vean los cristianos, solía decirse para justificar estas demostraciones de poderío. Sin embargo, el gusano que evocan las falleras es el de seda, tan admirado por estas tierras valencianas. Las mujeres valencianas, por lo general, sueñan con ser falleras mayores, lo que da idea de su importancia. Los falleros deberían hacerles honor y ayudarles a resaltar su elegancia y su porte. Eso significa que deberían practicar la autocontención, procurar no molestar a los no falleros más allá de lo imprescindible, no adueñarse por sistema de las calles y no tratar de hacer negocio de todo, llenando las calles de tenderetes y de olores. Deberían tener también señorío para no jugar con ventaja con las demás fallas y trabajar con un presupuesto similar al de las demás. Los premios falleros hay que ganarlos utilizando el ingenio, la gracia y el arte, no la prepotencia que proporciona el dinero. La fiesta fallera es una fiesta llena de señorío y de imaginación y no se debe condenar a tan hermosas e ilusionadas señoritas, como son Gloria y Victoria a ser abanderadas de unos festejos chabacanos y molestos.
Las fotografías son de Consuelo Chambó
Las fotografías son de Consuelo Chambó
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