El primer artículo que leo cada mañana es el de Manuel Alcántara. Es justo, pues, que lo cite alguna vez y hoy es un buen día para ello. Se refiere a la ley que obliga a retirar los símbolos franquistas y lo que dice es que habría que esperar a que esos nombres se desprendieran solos, lo que me parece muy adecuado. Por algo dijo Goethe que la venganza más cruel consiste en no vengarse, que es exactamente lo contrario de lo que ha hecho Zapatero. Y dadas las fechas en que estamos, bien pudiera ser que el presidente tema no repetir mandato y ante el temor de quedarse con las ganas, ha dado el paso. No es de extrañar, por otro lado, esta actitud, después de la respuesta que dio a María Jesús González e Irene Villa, en la que le manifestó que la comprendía puesto que a él también le habían matado a su abuelo. A partir de ahí resulta fácil imaginar que Zapatero llegó al gobierno con una misión que cumplir, que no es exactamente la de servir a los ciudadanos. Y es que si la venganza más cruel consiste en no vengarse, la más eficaz consiste en ser mejor que tu adversario. Ese camino hubiera tomado Zapatero sin en lugar de ordenar la retirada de los símbolos franquistas y de ningún otro más, hubiera destinado el dineral que va a costar todo eso a paliar las injusticias que pervivan desde entonces. Es fácil comprender que entre los franquistas a los que se les va a retirar la calle los hay que fueron bellísimas personas. Baste recordar que Adolfo Suárez venía del franquismo y, probablemente, de entre todos los presidentes que hemos tenido es el que atesora más bondad. Algunos de izquierdas, cuyas calles van a quedar, quizá tampoco sean muy ejemplares. A estas alturas ya quedan pocos de los que hicieron la guerra y lo que hay que procurar es nunca jamás vuelva a ocurrir algo semejante.
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