La confrontación entre ambos no tendría color si no fuera en Valencia. Pocos recursos dialécticos podría oponer Esteban González Pons frente a los de la vicepresidenta del gobierno. Lo más destacable de él en este campo es su afición a decir gracias, como aquella de que iba a hacer un urbanismo sandía, verde por fuera y rojo por dentro. Todavía no ha explicado de dónde le surgió ese prodigio imaginativo, ni de qué modo pensaba llevarlo a la práctica. Fácil lo tendría De la Vega en un debate con él si le saliera con una de esas ocurrencias. Ocurre que al ser en Valencia en donde han de batirse, electoralmente hablando, González Pons juega en casa y puede decirse que con el árbitro a favor. No va a desperdiciar ninguna ventaja. Recuérdese la facilidad con la que la acusó de haberse empadronado ilícitamente y aun de haberse beneficiado de una recalificación.
La ventaja de uno sobre la otra es que él es, oficialmente, quien ama y defiende a Valencia y ella, como representante del gobierno, es quien la odia. Y ninguna de las dos cosas es cierta. Los dos quieren lo que creen que es mejor para Valencia y sus modos de ver las cosas, aunque parezcan contrapuestas, no lo son tanto. Ambos hacen por Valencia lo que les mandan sus jefes. González Pons va de número uno porque Rita Barberá ha declinado el honor. Y De la Vega ya ni se acordaba de en qué lugar está Valencia y se dice que no quiso que J.I. Pla figurase en su lista.
González Pons ama tanto a Valencia que, por orden de sus jefes de entonces, fue a Barcelona a negociar con J. Pujol la creación de la fenicia AVL. Fue en compañía de otro diputado que ya no pertenece a su partido y que ahora suele votar con el PSOE, dice que porque así se lo dicta su conciencia. Antes, su conciencia le dictaba votar con el PP y ahora con el PSOE. De la Vega estuvo de acuerdo desde el primer día con la derogación dictatorial del PHN y con otros agravios a Valencia. Apañados estamos.
La ventaja de uno sobre la otra es que él es, oficialmente, quien ama y defiende a Valencia y ella, como representante del gobierno, es quien la odia. Y ninguna de las dos cosas es cierta. Los dos quieren lo que creen que es mejor para Valencia y sus modos de ver las cosas, aunque parezcan contrapuestas, no lo son tanto. Ambos hacen por Valencia lo que les mandan sus jefes. González Pons va de número uno porque Rita Barberá ha declinado el honor. Y De la Vega ya ni se acordaba de en qué lugar está Valencia y se dice que no quiso que J.I. Pla figurase en su lista.
González Pons ama tanto a Valencia que, por orden de sus jefes de entonces, fue a Barcelona a negociar con J. Pujol la creación de la fenicia AVL. Fue en compañía de otro diputado que ya no pertenece a su partido y que ahora suele votar con el PSOE, dice que porque así se lo dicta su conciencia. Antes, su conciencia le dictaba votar con el PP y ahora con el PSOE. De la Vega estuvo de acuerdo desde el primer día con la derogación dictatorial del PHN y con otros agravios a Valencia. Apañados estamos.
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