miércoles, 16 de enero de 2008

Pizarro

El título también podría haber sido Ruiz-Gallardón. Porque lo que ocurre es que encima del tapete hay cosas muy importantes, en las que nos jugamos mucho, y todo se resuelve en dos o tres despachos, entre unas pocas personas en cada uno de ellos. Esta es la democracia que nos procuramos los españoles. Y es que, además, los razonamientos que se hacen quienes toman las decisiones, antes de llegar a ellas, no son del orden de las que Elisa Beni le atribuye a su marido Javier Gómez Bermúdez antes de dictar sentencia. Más bien tienen en cuenta cuestiones mezquinas, como los intereses o las conveniencias personales o de partido, nunca de los ciudadanos, a los que se nos pide, primero, que nos quedemos con la boca abierta cuando nos anuncian un fichaje, sea Garzón o sea Pizarro, y, luego, que les regalemos nuestro voto, con el cuál, sumado a todos los demás, piensan hacer maravillas. Por decisión personal de alguien, desapareció de la política Rodrigo Rato y, también sin que los electores dijeran esta boca es mía, Mariano Rajoy pasó al estrellato. Ahora, aparece Pizarro en los lugares cabeceros una lista en la que también va Zaplana. No figurará en ella Ruiz Gallardón. ¿Por qué los deseos de Esperanza Aguirre priman sobre los de los votantes? ¿Qué hubieran dicho éstos si se les hubiera preguntado? Tampoco se entiende, por otra parte, la tristeza de Gallardón. Es lo que tiene eso de dedicarse profesionalmente a la política. Lo que importa en este caso y en otros similares es el método. Si queremos vivir en democracia hemos de desear que al menos los grandes partidos estén dirigidos por personas con fuertes convicciones democráticas. El método digital, que nos disminuye a los ciudadanos y nos reduce a meros dispensadores de aplausos, se extiende por doquier y llena las listas de cuneros y damnificados y si primero fue J.I. Pla, quien fue defenestrado para dar paso a De la Vega, ahora ésta ha de ver como encabeza las listas del partido rival quien la acusó irresponsablemente. Peor hubiera sido que le hubiera echado una sandía a la cabeza.

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