martes, 1 de enero de 2008

Sarkozy, la estrella

Con ocasión de los debates entre Nicolas Sarkozy y Ségolène Royal, previos a las elecciones francesas, algunos periodistas españoles que los siguieron comentaron que ya les gustaría que los candidatos españoles alcanzaran ese nivel. Luego, se ha visto que ni uno ni otro daban para tanto y que todo debió ser un espejismo, quizá influido por aquello de que provenía de Francia. Costaba creer que los candidatos franceses fueran tan buenos, porque una ola de mediocridad recorre el mundo y los principales líderes del mundo lo son. Por otra parte, con anterioridad Sarkozy ya había dado muestras de su vulgaridad, cuando calificó de chusma a los protagonistas de las revueltas en Francia. Es cierto que la revuelta estuvo mal, pero Francia no fue capaz de preverla ni de evitar sus causas. Sin embargo, Sarkozy no fue capaz de hacer ningún tipo de autocrítica. Más adelante, siendo ya presidente, viajó a Marruecos, para firmar un acuerdo con el gobierno de ese país y no le importó pasar por encima de los saharauis. Con tal de firmar el acuerdo, prestó su apoyo al dictatorial gobierno alauita para que siga avasallando al pueblo saharui y despojándole de su derecho a formar su nación. Una persona en que prevalece el egoísmo es mediocre. No inspira ninguna confianza puesto que entre la justicia y su provecho, elige esto último. Desde que ha logrado la presidencia, Nicolas Sarkozy viene ocupando las primeras páginas de los periódicos día sí, día también. Este estrellato no lo pudo conseguir por sus propios medios anteriormente, por lo que puede decirse que se está aprovechando de su cargo para ello. Los problemas que tiene planteados el mundo en la actualidad, y particularmente Europa, que es lo que tenemos más cerca, requieren líderes con más visión de futuro, con mayor interés por construir Europa, y menos dados a fomentar y mimar el egoísmo de los ciudadanos, con el fin de lograr más votos. Hacen falta líderes capaces de exponer sus propias ideas, aunque ello les pueda llevar a perder las elecciones. Y ese no es el caso de Sarkozy.

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