Dice un comunicante que al igual que hay que cumplir la sentencia que obliga a revertir el Teatro Romano de Sagunto, hay que hacerlo con la que dice que el valenciano y el catalán son idénticos. Quiero hacer notar, en principio, que pienso que cada idioma representa un modo de mirar la vida y que considero que hay que intentar conservarlos todos. Me gustaría, concretamente, que tanto el catalán como el valenciano lograran sobrevivir. Con respecto al origen de los idiomas, creo que esa es función de los lingüistas; el futuro es cuestión, en cambio, de los usuarios. Ése es el principio que inspira la creación de la AVL. Los usuarios del valenciano, por medio de sus representantes políticos, han elegido al ente encargado de poner las normas por las que se rige. En este sentido conviene recordar que la sentencia judicial se apoya en el dictamen de la AVL. Es una sentencia legítima, puesto que se apoya en organismo legal y con ello, al mismo tiempo, viene a reconocer que los dueños del idioma son sus usuarios. Y procede acercar la lupa a esta cuestión. Los académicos elegidos podrían haber sido otros y entonces el dictamen de la AVL también hubiera sido diferente. La cuestión, en definitiva, es que la AVL es un organismo que nunca debió ser creado y que, además, nos cuesta muy caro. El surgimiento de esta Academia es digno de ser contado. Gobernando el PSPV en la Comunidad Valenciana, hubo una manifestación en Valencia, en defensa de la lengua valenciana. Quizá la mayor que ha habido nunca, porque para la del agua vino gente de muy lejos. Fue cuando Zaplana dijo que si ganaba las elecciones asumiría para sí la defensa de la lengua. Y mintió, porque lo que hizo fue inventar esa AVL y dar la mayoría a los catalanistas. Como en el asunto intervino Camps, que entonces era consejero, así que el “prudente” Camps no dará un paso para derogarla, sino que lo que ha hecho, también indebidamente, es incluirla en el Estatuto. La AVL era innecesaria, porque previamente existían la RACV, valenciana por los cuatro costados y con casi un sigo de existencia, y el IEC. Optando por cualquiera de las dos, el ahorro hubiera sido considerable. Ocurre ahora que puesto que la AVL va imponiendo el catalán poco a poco, la gente va dejando de hablar valenciano. Los valencianos jamás aceptarán hablar catalán. Llegará un momento en que las normas de la AVL y las del IEC serán idénticas y entonces veremos qué razón de ser tiene la AVL, aunque quizá el detalle no sirva para que nos ahorremos los sueldos de los académicos. También ocurrirá que haya desaparecido casi por completo el valenciano, otro motivo para derogar la AVL. Quedará entonces un pequeño grupo alrededor de la RACV. Pero tal como están las cosas, y ojalá cambien, a largo plazo quizá tampoco sobreviva. Que el ente normativo no sea la RACV es una humillación.
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