En un artículo titulado “Corrupción, corruptelas y comportamientos irregulares”, publicado ayer en el periódico El País, Bernardo del Rosal, explica que un conseller del gobierno de Camps debe ser destituido de inmediato. La frase no deja lugar a dudas: “Lo narrado por la prensa pone en evidencia, de una forma tan meridianamente clara, una falta absoluta de ética en el buen gobierno que es más que suficiente para que, si el interesado no dimite, sea fulminantemente cesado.” No merece la pena decir el nombre del conceller, ya que el propio del Rosal no lo ha hecho. Por otro lado, es público y notorio. Los lectores de periódicos valencianos saben de quien se trata.
Pero no es el único conseller que sobra, hay otros que también están de más. Sin embargo, el hecho de que Camps deba tomar esa medida no significa que la vaya a llevar a cabo. Una cosa es que él se sienta ofendido por una tontería y entonces toque a rebato y convoque a todos los que le deben algo y en su presencia cite a la madre Teresa de Calcuta, a Winston Churchill y a Bertolt Brecht, a éste indebidamente, y algo muy diferente es que se ofenda a los ciudadanos, esta vez de modo real, y en estos casos lo que suele decir nuestro presidente Camps es que ahí se las den todas.
Contrasta también la actitud de Bernardo del Rosal con la de Fernando de la Rosa. Cabe recordar que este último lloró de alegría cuando fue designado para formar parte del CGPJ. Quizá sea por esto por lo que le faltó tiempo para acudir en ayuda de Camps cuando a éste, utilizando la terminología de José Blanco, “le salpicó” la corrupción. Aunque la salpicadura diera risa, pero ahí estuvo de la Rosa. Pero a de la Rosa puede que lo haya elegido Camps, pero el sueldo se lo debe a los ciudadanos. Por tanto, al igual que del Rosal, de la Rosa debería exigir la destitución del conseller. De todos modos, cuestión harto difícil será que Camps les haga caso.
Pero no es el único conseller que sobra, hay otros que también están de más. Sin embargo, el hecho de que Camps deba tomar esa medida no significa que la vaya a llevar a cabo. Una cosa es que él se sienta ofendido por una tontería y entonces toque a rebato y convoque a todos los que le deben algo y en su presencia cite a la madre Teresa de Calcuta, a Winston Churchill y a Bertolt Brecht, a éste indebidamente, y algo muy diferente es que se ofenda a los ciudadanos, esta vez de modo real, y en estos casos lo que suele decir nuestro presidente Camps es que ahí se las den todas.
Contrasta también la actitud de Bernardo del Rosal con la de Fernando de la Rosa. Cabe recordar que este último lloró de alegría cuando fue designado para formar parte del CGPJ. Quizá sea por esto por lo que le faltó tiempo para acudir en ayuda de Camps cuando a éste, utilizando la terminología de José Blanco, “le salpicó” la corrupción. Aunque la salpicadura diera risa, pero ahí estuvo de la Rosa. Pero a de la Rosa puede que lo haya elegido Camps, pero el sueldo se lo debe a los ciudadanos. Por tanto, al igual que del Rosal, de la Rosa debería exigir la destitución del conseller. De todos modos, cuestión harto difícil será que Camps les haga caso.
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