domingo, 15 de febrero de 2009

Esos impresentables cazadores

Mientras algunos ven como se cierne sobre sus cabezas el fantasma del paro, que en la situación actual puede prolongarse de forma peligrosa, y otros muchos ya están inmersos en él, unos señoritos que se saben a salvo fueron a cazar a un cortijo. Se presume que Baltasar Garzón ha de estar muy satisfecho de haber sido portada en todos los medios, ya que esto es lo que anda buscando siempre. Tampoco cuesta mucho suponer, dados los antecedentes, que a Mariano Fernández Bermejo le da exactamente igual, por no decirlo de otro modo más expresivo. No sé si será necesario añadir que de tratarse de dos personas con vergüenza hubieran dimitido.
Por otra parte, esa afición a mata (probablemente, ellos dicen “abatir”) animales indefensos, criados como aquel que dice en granja, y en una zona en donde abunda la gente que vive en la miseria, es un dato más acerca de la sensibilidad de estos personajes, cuyas responsabilidades no son pocas y que encima tienen que ver con algo tan delicado como es la justicia. Entre tantas aficiones por las que podrían haber optado, jugar al parchís por ejemplo, les ha dado por los rifles de alta precisión. Pero para sentirse unos hombrecitos deberían haberse ido a la selva a cazar.
Hablando de estos dos personajes no cabe olvidar la gravedad de los hechos en investigación en estos momentos. Sin embargo, la forma en que se están presentando las cosas, más lo acostumbrados que estamos en España a la corrupción hace que todo resulte sospechoso. Por supuesto que es urgente erradicar la corrupción en España, ¿cómo no había de serlo? Hay que emplear todos los recursos en superar la crisis y la corrupción lo que hace es ahondarla. Pero los personajes encargados de esta tarea no parecen los más adecuados, ni los métodos tampoco.
La lucha contra la corrupción, como tantas otras cosas de suma importancia, pasa por un gran pacto entre los partidos políticos en aquellas cuestiones que sean de Estado y no de partido. Pero lo que impera es el egoísmo y la inconsciencia.

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