jueves, 19 de febrero de 2009

La arrogancia de Bermejo

Cuando alguien se presenta de un modo tan arrogante y provocador como Bermejo no queda otra opción que preguntarse por los motivos que alientan esta actitud. Éstos no parecen proceder de la seguridad en las propias ideas, dado que de lo primero que es consciente quien se adentra por estos senderos es de la magnitud de su desconocimiento, por lo que tiende más bien hacia la humildad.
El sustento para esa actitud se lo ha de proporcionar, entonces, su posición social o profesional. Probablemente, antes ya era así, porque estas cosas no se improvisan de la noche a la mañana, pero, dada su naturaleza, su nombramiento ministerial le dio un motivo más. Guerra dijo en su día que su gobierno iba a cambiar España de tal modo que no la iba a conocer ni la madre que la parió. Este ex abrupto ha pasado a ser un juego de niños comparado con el que se trae entre manos Zapatero. Es manipulador, vengativo, inconsciente y taimado. Entonces, puede haber hecho ministro a Bermejo para una finalidad concreta y lo que dirá él cuando se termine la cuerda es que le quiten lo “bailao”.
Mientras tanto, con la ayuda de un juez adicto a su partido, va haciendo camino. Ha conseguido llevar hasta el primer plano de la actualidad un caso de corrupción que no se sabe cómo va a acabar y ni siquiera si va a acabar. No se sabe si el hecho de alguien filtre datos beneficia económicamente a algún medio, si se pretende provocar el error de alguien, con el de meterle una bala metafórica entre ceja y ceja, o si únicamente se busca la repercusión mediática. También cabe preguntarse si la cacería fue concebida con esta finalidad.
Zapatero, indiferente ante la crisis que tanto daño está haciendo a tantos, prosigue con su tarea de distorsionar, manipular, destruir a sus adversarios y, en definitiva, perpetuarse en el poder. La pregunta que queda en el aire es si Garzón investiga con el mismo afán la corrupción que afecta al PSOE. En el caso de que la haya.

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