Pocas cosas, salvo la proximidad del mar, parece que tengan en común Girona y las Bahamas. Sin embargo, el Patronat de Turisme Costa Brava, no ha tenido ningún inconveniente en utilizar la foto de una playa de Bahamas para promocionar el turismo en la Costa Brava. Las fuentes de este patronato consultadas alegan que se ha retocado el color. El detalle viene a ser una perfecta muestra de las costumbres de los nacionalistas. Toman algo que no es suyo, Tirant lo Blanch, por ejemplo, lo maquillan un poco y, ¡hale-hop!, ya es catalán.
Lo que ocurre es que esta práctica no es exclusiva de los nacionalistas, sino de todos los partidos políticos españoles e, incluso, diríase que de todas las clases dirigentes españolas. Allí en donde mandan crean una realidad a su gusto y conveniencia, y la superponen sobre la auténtica. Ésta ni se tiene en cuenta y puede que ni siquiera existe. Todo lo que las clases dirigentes deciden ignorar es como si no hubiera ocurrido y aquello en lo que deciden poner el ojo es lo que pasa a tener relevancia, y además en el sentido que esas clases quieren darle. Los políticos españoles no tratan de averiguar el deseo de los ciudadanos, para tratar de hacerlo realidad, sino que tratan de llevar a los ciudadanos al abrevadero que ellos han establecido como óptimo.
Lo que se deduce de todo esto es que la democracia española no es tal. Habrá que acabar dándole la razón a Antonio García-Trevijano. La democracia española no surge del pueblo, no va de abajo hacia arriba, sino que es otorgada por las clases dirigentes, que, ladinas, se reservan el poder para sí. El poder no lo tienen los ciudadanos, sino los partidos. Los partidos españoles lo mediatizan todo, influyen en la judicatura y en la prensa. Los medios se financian en gran medida con los anuncios oficiales y con las compras masivas de ejemplares por parte de las Administraciones Públicas. Esto permite a los políticos mandar avisos a los medios que tanto les deben cuando publican lo que no les gusta. No puede decirse que haya división de poderes, ni medios independientes, etc.
Y todo esto ocurre porque los españoles tampoco tenemos asimilado el concepto de la democracia. Nos adaptamos fácilmente a los sectarios intereses de los políticos. Si alguien se sale de la norma, como Albert Boadella, por ejemplo, se le estigmatiza y punto.
Lo que ocurre es que esta práctica no es exclusiva de los nacionalistas, sino de todos los partidos políticos españoles e, incluso, diríase que de todas las clases dirigentes españolas. Allí en donde mandan crean una realidad a su gusto y conveniencia, y la superponen sobre la auténtica. Ésta ni se tiene en cuenta y puede que ni siquiera existe. Todo lo que las clases dirigentes deciden ignorar es como si no hubiera ocurrido y aquello en lo que deciden poner el ojo es lo que pasa a tener relevancia, y además en el sentido que esas clases quieren darle. Los políticos españoles no tratan de averiguar el deseo de los ciudadanos, para tratar de hacerlo realidad, sino que tratan de llevar a los ciudadanos al abrevadero que ellos han establecido como óptimo.
Lo que se deduce de todo esto es que la democracia española no es tal. Habrá que acabar dándole la razón a Antonio García-Trevijano. La democracia española no surge del pueblo, no va de abajo hacia arriba, sino que es otorgada por las clases dirigentes, que, ladinas, se reservan el poder para sí. El poder no lo tienen los ciudadanos, sino los partidos. Los partidos españoles lo mediatizan todo, influyen en la judicatura y en la prensa. Los medios se financian en gran medida con los anuncios oficiales y con las compras masivas de ejemplares por parte de las Administraciones Públicas. Esto permite a los políticos mandar avisos a los medios que tanto les deben cuando publican lo que no les gusta. No puede decirse que haya división de poderes, ni medios independientes, etc.
Y todo esto ocurre porque los españoles tampoco tenemos asimilado el concepto de la democracia. Nos adaptamos fácilmente a los sectarios intereses de los políticos. Si alguien se sale de la norma, como Albert Boadella, por ejemplo, se le estigmatiza y punto.
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