miércoles, 4 de febrero de 2009

¡Pobres menores!

Debería haberse producido una cascada de dimisiones. Pero nadie se siente responsable; luego nuestra clase política es irresponsable. Tenemos miles de políticos, con sus sueldos, sus dietas, sus comidas y cafés subvencionados, y miles de asesores. A ninguno de todos le había importado la situación de los chicos. Ni demuestra que le importe.
El informe del Defensor del Pueblo sobre los Centros de Atención a Menores viene a ser como una radiografía de nuestra sociedad. Las humillaciones y los crueles castigos a los que se somete a los niños podrían llevar a que nos preguntáramos: ¿Dónde estaba Dios? Ningún cardenal ha protestado, ellos están pendientes de la campaña del autobús. Si no fuera por el informe citado, no nos hubiéramos enterado, nadie se había preocupado hasta el momento de averiguar cómo se hacían las cosas en esos centros.
En esta sociedad lo único que se respeta comúnmente es el poder. Y eso tampoco es respeto. Los etarras tienen poder, luego es imposible que se les trate en las cárceles del mismo modo que se trata a los chicos en esos Centros. Los poderosos que van a la cárcel también reciben un trato especial, que tampoco tiene nada que ver con el que relata el Defensor del Pueblo.
Se dice que la pena de cárcel en España está orientada hacia la reinserción, y no hacia la venganza. He aquí que los más necesitados de la reinserción, unos niños que han tenido mala suerte al nacer y que necesitan de muchos cuidados y mucha mano izquierda, son maltratados de modo brutal. Son niños y no saben defenderse por sí mismos, no tienen una banda terrorista que les apoye, ni políticos que les comprendan, y tampoco sus familiares están en disposición de hacer nada por ellos. Así es como en un Estado que se llama de Derecho, quien no tiene fuerza para defender su razón puede ser objeto de todos los malos tratos que señala el Defensor del Pueblo, sin que a nadie se le caiga una ceja.

2 comentarios:

Toni Solano dijo...

El silencio cómplice. Muchos callan porque piensan, en el fondo, que esos menores son peligrosos fuera de allí, que doparlos o encerrarlos es un mal menor.
Conozco a varios de esos jóvenes (del centro de Vinaròs, de aquí de Castellón...). Mientras están en las aulas tenemos que integrarlos, perdonarles sus violencias verbales, físicas, su triste condición (aun a costa de la integridad de sus compañeros). Tenemos que aguantar los sermones de educadores, psicólogos, etc. que nos explican una y otra vez la importancia de la escuela inclusiva (cómo si no lo supiéramos; lo que necesitamos es que nos echen una mano -y no palabras- los especialistas). Pero, ay, cuando están fuera de la escuela y vuelven al centro, toda esa filosofía se diluye en psicotrópicos. ¡Cuánta hipocresía!
Perdón por la parrafada, Vicente.

unamujercualquiera dijo...

¡Qué bien que lo dice!Yo soy de Argentina y no conozco los detalles de la situación que Ud. refiere, pero hay aspectos de la decadencia de la situación infantil y humana que son mundiales. Así que coincido.