Una joven de 16 años, Kimberley Swann, fue despedida de su trabajo en Marketing and Logistics, por catalogar de aburrido su trabajo en Facebook. Pero el tipo que la ha despedido no está en sus cabales, es notorio que su cerebro no funciona bien. En primer lugar, su comportamiento denota un complejo de superioridad sobre la joven a todas luces injustificado, puesto que el hecho de que sea el jefe de la joven no significa que sea superior a ella. La categoría laboral no presupone la categoría personal.
Entre las obligaciones de los trabajadores no está la de que le guste su trabajo. Un músico, cuya profesión es vocacional, puede verse obligado a tocar a menudo piezas que no son de su gusto, con lo cual podría estar en el mismo caso que Kimberley Swann. Pero si toca bien, no se le puede exigir nada más. A un arquitecto no tienen el porqué gustarle los encargos que le hacen.
Por otro lado, el hecho de que se husmee lo que hace un trabajador fuera de la jornada laboral explica bien a las claras que la Declaración Universal de los Derechos Humanos es un mito. No está interiorizado, por lo que quienes poseen algún tipo de poder sobre otros a menudo pisotean a sus subordinados con total impunidad. Incluso son capaces de explicar luego sus actos, en el convencimiento de que han actuado justamente.
La joven damnificada por la torpeza y la depravación de su superior escribió una nota en Facebook, en la que según ella ni siquiera daba los datos de su empresa. Hubiera podido ir con un grupo de amigos por la calle haciendo el mismo comentario y si luego hubiera llegado a oídos de su jefe el resultado hubiera podido ser el mismo.
La cuestión que queda en el aire es hasta qué punto tiene derechos un ser humano y cómo los puede defender. El hecho comentado también pone en evidencia a quienes exigen que se abarate el despido.
Entre las obligaciones de los trabajadores no está la de que le guste su trabajo. Un músico, cuya profesión es vocacional, puede verse obligado a tocar a menudo piezas que no son de su gusto, con lo cual podría estar en el mismo caso que Kimberley Swann. Pero si toca bien, no se le puede exigir nada más. A un arquitecto no tienen el porqué gustarle los encargos que le hacen.
Por otro lado, el hecho de que se husmee lo que hace un trabajador fuera de la jornada laboral explica bien a las claras que la Declaración Universal de los Derechos Humanos es un mito. No está interiorizado, por lo que quienes poseen algún tipo de poder sobre otros a menudo pisotean a sus subordinados con total impunidad. Incluso son capaces de explicar luego sus actos, en el convencimiento de que han actuado justamente.
La joven damnificada por la torpeza y la depravación de su superior escribió una nota en Facebook, en la que según ella ni siquiera daba los datos de su empresa. Hubiera podido ir con un grupo de amigos por la calle haciendo el mismo comentario y si luego hubiera llegado a oídos de su jefe el resultado hubiera podido ser el mismo.
La cuestión que queda en el aire es hasta qué punto tiene derechos un ser humano y cómo los puede defender. El hecho comentado también pone en evidencia a quienes exigen que se abarate el despido.
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