domingo, 22 de febrero de 2009

Francisco Camps, José Blanco

No deja de ser obsceno el hecho que a la mínima insinuación, sin que ésta tenga ningún fundamento, Francisco Camps haya convocado a su gobierno y en su presencia haya hecho una declaración institucional, o casi. Muchos valencianos sufren injusticias a diario, encontrándose en la más absoluta de las indefensiones y nadie se acuerda de ellos y, quizá, si alguien les dirige la palabra es para hundirlos más.
Ante una acusación tan baladí, aunque al ser coreada por El País resultara algo estruendosa, el presidente de los valencianos tenía otras opciones mejores que la de poner en ridículo a los consejeros. Y además de extemporánea, la reacción de Camps es cursi. ¿Cómo se le ocurre echar mano de esa cita de W. Churchill a todo un presidente? Él, que puede echar mano de todos sus Consejeros y de la TVV para su defensa, debería saber que eso es un sarcasmo. Por otro lado, nadie le ha obligado a meterse en ese cenagal que es la política española. Tampoco se puede olvidar que le atribuyó a Bertolt Brecht un poema de Martin Niemöller. ¿Es que no estaba Trini Miró, la Consejera de Cultura, para advertirle?
En este cenagal de la política española bracea también José Blanco, encargado de meter cizaña contra el PP y en el propio PP, si se deja. Habla en su blog de los escándalos que “salpican” al PP, y no de los escándalos del PP porque será malévolo, pero no es tonto. Lo escandaloso es que sean cinco personas las que manejan el sumario y todavía no se haya descubierto al culpable de las filtraciones. Cuando el PSOE accedió al poder por primera vez, sus líderes decían que su objetivo era que “España funcione”. Y ya vemos ahora, en el segundo mandato socialista, que lo que funcionan son las huelgas de jueces, las filtraciones interesadas en momentos oportunos, el hacer de la nada un mundo, las cacerías desvergonzadas, etc.
Dicen que José Blanco se está construyendo una casa en la Isla de Arosa, en una urbanización bautizada popularmente como Villa PSOE. De modo que al igual que él aprovecha simples indicios sin base aparente para tratar de llenar de dudas la honorabilidad de sus rivales, debe aceptar que otros piensen que no se merece la casa que dicen que se está haciendo.

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