Durante los últimos días hemos asistido a un intenso debate acerca de la suerte que debía correr Eluana Englaro. Ella ya ha muerto, por lo que previsiblemente el asunto pasará a segundo plano. Durante el debate, unos exigían que se la mantuviera con vida, por caridad cristiana y otros que se la “ayudara” a morir por cuestiones humanitarias.
Unos y otros dan a entender que su preocupación por el prójimo es algo fuera de duda. La realidad, no obstante, está aquí. Son muchos los que tienen noticia de este asunto: clérigos y políticos de la Más Alta Graduación, y también los de menos, y como es lógico suponer, toda clase de público.
La realidad no es un secreto para nadie. Lo que impera en el mundo es el egoísmo, responsable final de la grave crisis que padecemos. El debate no puede entenderse, pues, más que pura retórica. Este caso debió tramitarse a través de la legislación ordinaria. Las leyes surgen de los pueblos, por lo que quienes desean que las leyes sean mejores lo que deberían hacer es irradiar bondad con sus actos. Si todos los que se ha preocupado por Eluana, por fines humanitarios, en un sentido u en otro, se preocuparan por las injusticias que se hacen a su alrededor, el mundo sería un poco más justo, también las leyes.
En lo que a mí respecta, el caso de Eluana me ha llevado a recordar a A. Podría poner la segunda inicial también, pero entonces puede que lo reconociera alguien y ello quizá no tuviera buenas consecuencias. A. está en coma desde hace años. Sus familiares se turnan para que en cada momento haya alguien con él. Me lo comunicó una cuñada suya, que sabe encontrar tiempo para hacer su trabajo, atender a su marido y sus hijos y hacer las guardias que le corresponden. Cuando me lo contó me informó de que A. llora a veces y mientras me lo decía casi llora ella. A. llora y eso les permite pensar que se entera de lo que sucede. Entonces, quien está con él le habla, teniéndole al corriente de los asuntos de la casa, o le lee un libro.
Digamos que éste es un modo no retórico de participar en el debate. Estas personas que se esfuerzan para llevar a cabo esa bella acción, sin duda, mejoran el mundo en el que vivimos.
Unos y otros dan a entender que su preocupación por el prójimo es algo fuera de duda. La realidad, no obstante, está aquí. Son muchos los que tienen noticia de este asunto: clérigos y políticos de la Más Alta Graduación, y también los de menos, y como es lógico suponer, toda clase de público.
La realidad no es un secreto para nadie. Lo que impera en el mundo es el egoísmo, responsable final de la grave crisis que padecemos. El debate no puede entenderse, pues, más que pura retórica. Este caso debió tramitarse a través de la legislación ordinaria. Las leyes surgen de los pueblos, por lo que quienes desean que las leyes sean mejores lo que deberían hacer es irradiar bondad con sus actos. Si todos los que se ha preocupado por Eluana, por fines humanitarios, en un sentido u en otro, se preocuparan por las injusticias que se hacen a su alrededor, el mundo sería un poco más justo, también las leyes.
En lo que a mí respecta, el caso de Eluana me ha llevado a recordar a A. Podría poner la segunda inicial también, pero entonces puede que lo reconociera alguien y ello quizá no tuviera buenas consecuencias. A. está en coma desde hace años. Sus familiares se turnan para que en cada momento haya alguien con él. Me lo comunicó una cuñada suya, que sabe encontrar tiempo para hacer su trabajo, atender a su marido y sus hijos y hacer las guardias que le corresponden. Cuando me lo contó me informó de que A. llora a veces y mientras me lo decía casi llora ella. A. llora y eso les permite pensar que se entera de lo que sucede. Entonces, quien está con él le habla, teniéndole al corriente de los asuntos de la casa, o le lee un libro.
Digamos que éste es un modo no retórico de participar en el debate. Estas personas que se esfuerzan para llevar a cabo esa bella acción, sin duda, mejoran el mundo en el que vivimos.
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