Acuciado por la factura del desempleo, el gobierno se propone recortar en 15000 millones el gasto público. Para ello, espera contar con el apoyo de los partidos en los que tradicionalmente se escuda Zapatero. Este punto de partida ya resulta desalentador, pero al comprobar que el recorte se llevará a cabo entre otros ministerios en los de Ciencia e Innovación y en el de Industria, queda claro que este gobierno está presidido por un alma de cántaro que no hace más que apurar el chicle hasta donde dure, esperando que un suceso imprevisto solucione el problema.
Lo conveniente sería reforzar el I+D y la Educación. Pero Zapatero no es capaz de coger el toro por los cuernos y convocar a todos los partidos para intentar un pacto mediante el cual se supriman el ministerio las diecisiete consejerías de Cultura, junto con todos los organismos que controlan, el ministerio de Igualdad, las diputaciones, todas las concejalías de Cultura de todos los ayuntamientos de España. También sería cuestión de eliminar la mitad de los asesores por lo menos. Con estas medidas, probablemente, se ahorraría mucho más dinero. Y es probable que se pudiera gastar el dinero público de forma más eficiente.
Sin embargo, Zapatero opta por el sectarismo, lo que equivale a decir que se enroca en su posición. También apunta en esta dirección el hecho de que haya ordenado a sus ministros que presionen al Tribunal Constitucional. Cataluña le puede salvar del derrumbe electoral. No le importa el desprestigio del Tribunal Constitucional, y cuando no hay fe en la justicia todo está perdido. Sin justicia no hay democracia que valga. Que hayan sido los ministros de Justicia y del Interior quienes lo hayan hecho es muy elocuente. Los componentes del Tribunal saben que sus nombres van a figurar en los libros de historia.
Lo conveniente sería reforzar el I+D y la Educación. Pero Zapatero no es capaz de coger el toro por los cuernos y convocar a todos los partidos para intentar un pacto mediante el cual se supriman el ministerio las diecisiete consejerías de Cultura, junto con todos los organismos que controlan, el ministerio de Igualdad, las diputaciones, todas las concejalías de Cultura de todos los ayuntamientos de España. También sería cuestión de eliminar la mitad de los asesores por lo menos. Con estas medidas, probablemente, se ahorraría mucho más dinero. Y es probable que se pudiera gastar el dinero público de forma más eficiente.
Sin embargo, Zapatero opta por el sectarismo, lo que equivale a decir que se enroca en su posición. También apunta en esta dirección el hecho de que haya ordenado a sus ministros que presionen al Tribunal Constitucional. Cataluña le puede salvar del derrumbe electoral. No le importa el desprestigio del Tribunal Constitucional, y cuando no hay fe en la justicia todo está perdido. Sin justicia no hay democracia que valga. Que hayan sido los ministros de Justicia y del Interior quienes lo hayan hecho es muy elocuente. Los componentes del Tribunal saben que sus nombres van a figurar en los libros de historia.
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