lunes, 7 de septiembre de 2009

Zapatero en Rodiezmo

Desde los tiempos en que Zapatero negaba la crisis que se sabe que la confianza es un factor muy importante. No debe desconocer esto el presidente, sino que es probable que este fuera uno de los motivos, junto con el electoral, por el que la negaba. Lo que ocurre es que él creía que se bastaba por sí mismo para infundir confianza en la nación.
Cualquier campesino sabio, de esos que ya no quedan (no porque los campesinos que eran sabios hayan dejado de serlo, sino porque, para gloria de nuestra clase política, ya no quedan campesinos) sabe que para generar confianza hay que decir la verdad y hay que demostrar un decidido deseo de afrontar las cosas. El decidido deseo de afrontar la crisis supone que Zapatero, como presidente del gobierno, debió decir la verdad desde el principio y buscar el acuerdo con el mayor número posible de partidos políticos, pero sobre todo con el principal partido de la oposición.
Lo que ha venido haciendo Zapatero es buscar el apoyo de los partidos más radicales, a cambio de algo, e intentar desprestigiar al PP, para que no constituya alternativa política. El desastre está servido, pero a él, con tal de mantenerse en el poder, le da lo mismo. Los parados son para él instrumentos, aún trata con todo el descaro, habida cuenta de que su sufrimiento no le importa, captar su voto.
En Rodiezmo, con la que cae, ha hecho un discurso electoralista, atacando a aquellos a quienes debería pedir ayuda si de verdad tuviera interés en resolver los problemas de los trabajadores y ha contado con la ayuda de Alfonso Guerra y Cándido Méndez en el empeño. Sintomático lo de Alfonso Guerra, que se atrevió a desafiar a Felipe González, y ni siquiera se atreve a mantenerse a distancia de un Zapatero que nos lleva a la catástrofe. Cándido Méndez no se atreve tampoco a contradecir al líder socialista. Pero a estas alturas hay muchas propuestas sensatas sobre la mesa, ninguna de las cuales interesa a este gobierno.

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