En un interesante artículo, titulado precisamente ‘Los derroteros del idioma’, que ha publicado hoy el diario Levante-EMV, Emilio García Gómez, a raíz de un breve encuentro que tuvo con el presidente de la Real Academia Española de la Lengua, para hacer algunas consideraciones sobre la utilidad de ésta.
Lo cierto es que cuestionar las cosas es un sano ejercicio democrático, y en estos momentos en la RAE ya ni fija, ni limpia, ni da esplendor, y en el que personas ajenas al mundo de la lingüística pugnan por entrar (como si el hecho de ser académico constituyera un premio y no una responsabilidad) y muchos lo consiguen, el debate no está de más. Aparte de ello hay que tener en cuenta que es impotente para detener el mal uso del idioma en los medios, a los que Pancracio Celdrán Gomariz llama cátedras bastardas del lenguaje.
Pero siguiendo el curso de estas reflexiones se llega a la realidad valenciana. En la Comunidad Valenciana no hay una academia, sino dos. La Real Academia de Cultura Valenciana, que está a punto de llegar a los cien años de existencia, pero que no goza de las simpatías de los políticos, que quienes hacen y deshacen, según su particular conveniencia, y la Academia Valenciana de la Lengua, invento de Zaplana, en cuya creación Camps y González Pons desempeñaron destacados papeles. Si se cuestiona la RAE, con mayor motivo habrá que hacerlo con la RACV y sobre todo con la impostada AVL. Porque los académicos de la RAE perciben un sueldo simbólico y además los ingresos de esta academia proceden de la empresa privada. Los académicos de la RACV tampoco tienen sueldo, por lo que esta entidad resulta poco onerosa para los ciudadanos. Por el contrario, los académicos de la AVL sí que cobran cuantiosos emolumentos.
Lo cierto es que cuestionar las cosas es un sano ejercicio democrático, y en estos momentos en la RAE ya ni fija, ni limpia, ni da esplendor, y en el que personas ajenas al mundo de la lingüística pugnan por entrar (como si el hecho de ser académico constituyera un premio y no una responsabilidad) y muchos lo consiguen, el debate no está de más. Aparte de ello hay que tener en cuenta que es impotente para detener el mal uso del idioma en los medios, a los que Pancracio Celdrán Gomariz llama cátedras bastardas del lenguaje.
Pero siguiendo el curso de estas reflexiones se llega a la realidad valenciana. En la Comunidad Valenciana no hay una academia, sino dos. La Real Academia de Cultura Valenciana, que está a punto de llegar a los cien años de existencia, pero que no goza de las simpatías de los políticos, que quienes hacen y deshacen, según su particular conveniencia, y la Academia Valenciana de la Lengua, invento de Zaplana, en cuya creación Camps y González Pons desempeñaron destacados papeles. Si se cuestiona la RAE, con mayor motivo habrá que hacerlo con la RACV y sobre todo con la impostada AVL. Porque los académicos de la RAE perciben un sueldo simbólico y además los ingresos de esta academia proceden de la empresa privada. Los académicos de la RACV tampoco tienen sueldo, por lo que esta entidad resulta poco onerosa para los ciudadanos. Por el contrario, los académicos de la AVL sí que cobran cuantiosos emolumentos.
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