miércoles, 9 de septiembre de 2009

Garzón, ante el Supremo

En el día de hoy, el juez Garzón ha tenido que comparecer ante el Tribunal Supremo en calidad de imputado. La primera reacción ante este hecho debería la de respeto por la justicia. Sin justicia no puede haber democracia. Sin embargo, cierta prensa se ha lanzado contra el Tribunal Supremo, en defensa de Baltasar Garzón. O no tiene fe en la justicia o no tiene fe en la inocencia del juez imputado. Podrían darse ambas premisas a la vez.
Precisamente la prensa que se dice de izquierdas y que aparentemente debería velar por los intereses de los más desfavorecidos trata de deslegitimar el arma más poderosa que tienen, porque si un pobre no puede fiarse de la justicia, ¿de quién se ha de fiar? Si los jueces ceden a la presión en este caso, ¿cómo puede pensar un pobre que no van a ceder cuando sea él quién pida amparo de la justicia? Si estos medios, porque se sienten poderosos, imponen su ley, a un pobre ya no le queda nada. Porque pisotear a un pobre es un muy fácil y encontrar excusas para ello todavía más.
Pero no son sólo los medios quienes atacan a la justicia. Los propios ministros de Justicia y de Interior presionan públicamente con todo su desparpajo, que no es poco, al Tribunal Constitucional. En Cataluña, otros personajes que cobran sueldos públicos también lo hacen. Los propios partidos políticos, tan diestros en hablar de sus propias bondades y de los vicios de sus rivales, se han encargado de desprestigiar a la justicia, politizándola por completo. Sólo faltaban estos ataques para que se supiera que la quieren, pero a su servicio.
¡Bonita democracia están ayudando a construir quienes así actúan! En lugar de mirar por el bien común y el buen funcionamiento de las instituciones, se las presiona egoístamente, aunque con ello se venga abajo lo que más empeño debiéramos poner en preservar.

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