El periodista Oriol Domingo se empeña en defender al obispo Uriarte, en las páginas de La Vanguardia. Para ello lanza una serie de preguntas al hipotético sucesor del actual obispo, para vergüenza del Vaticano, de San Sebastián, mediante las que trata de diluir las desacertadas palabras de Uriarte, que tanto deben de haber ofendido a las víctimas de ETA y todos los amantes de la paz y de la justicia.
El obispo dijo la siguiente frase: “Pero nos avisan que para desarraigarla no basta la pura justicia”. Por mucho que Oriol Domingo hable de cosas tan bellas como el diálogo, el humanismo cristiano, los derechos humanos, la pedrada está ahí. Ni envuelta en papel perfumado deja de apestar. Pero es que además añade otra de las insidias del obispo: "ni siquiera para atajar el mal abominable del terrorismo sería permitida en ningún caso la aplicación de la tortura". El tal monseñor se permite poner bajo sospecha a la guardia civil (¿será pecado eso?), pero no se preocupa por las condiciones en que viven y trabajan los guardias civiles en el País Vasco (¿otro pecado?).
El diálogo gusta a todos, claro. ¿Quién puede negar los efectos beneficiosos del diálogo? Ahora bien, tanto Oriol Domingo como Juan María Uriarte deberían definir qué es lo que entienden por diálogo. Para el común de los mortales el diálogo sólo puede existir si hay igualdad de condiciones. Entre alguien que habla en nombre de la ley y otro que lo hace en nombre del delito no hay ningún tipo de igualdad. La ley estaría en inferioridad de condiciones si se prestara a dialogar. Un delincuente sólo puede dialogar con un juez y esta posibilidad no se les ha negado a los etarras.
Pero, en contra de lo que teme Oriol Domingo, los más probable es que el próximo obispo de San Sebastián sea de la misma cuerda que Setién y Uriarte. No hay dos sin tres.
El obispo dijo la siguiente frase: “Pero nos avisan que para desarraigarla no basta la pura justicia”. Por mucho que Oriol Domingo hable de cosas tan bellas como el diálogo, el humanismo cristiano, los derechos humanos, la pedrada está ahí. Ni envuelta en papel perfumado deja de apestar. Pero es que además añade otra de las insidias del obispo: "ni siquiera para atajar el mal abominable del terrorismo sería permitida en ningún caso la aplicación de la tortura". El tal monseñor se permite poner bajo sospecha a la guardia civil (¿será pecado eso?), pero no se preocupa por las condiciones en que viven y trabajan los guardias civiles en el País Vasco (¿otro pecado?).
El diálogo gusta a todos, claro. ¿Quién puede negar los efectos beneficiosos del diálogo? Ahora bien, tanto Oriol Domingo como Juan María Uriarte deberían definir qué es lo que entienden por diálogo. Para el común de los mortales el diálogo sólo puede existir si hay igualdad de condiciones. Entre alguien que habla en nombre de la ley y otro que lo hace en nombre del delito no hay ningún tipo de igualdad. La ley estaría en inferioridad de condiciones si se prestara a dialogar. Un delincuente sólo puede dialogar con un juez y esta posibilidad no se les ha negado a los etarras.
Pero, en contra de lo que teme Oriol Domingo, los más probable es que el próximo obispo de San Sebastián sea de la misma cuerda que Setién y Uriarte. No hay dos sin tres.
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