No podía ser de otra manera, en cuanto se fija la mirada en los asuntos de la Venezuela actual, salga a la luz toda la infamia de Hugo Chávez. Esta vez ha sido el Grupo de Trabajo de Naciones Unidas sobre Detención Arbitraria el que ha considerado que la detención de la jueza María Lourdes Afiuni es arbitraria.
Y aquí tenemos al campeón de las esencias democráticas y de los derechos humanos, capaz de defenderlos (en los mítines) como si le fuera la vida en ello, José Luis Rodríguez Zapatero, que aún no ha dicho esta boca es mía. Igual que se dio prisa en solidarizarse con Rafael Correa (qué casualidad, protegido de Chávez) tras un pequeño alboroto debidamente rentabilizado luego, debería haber telefoneado rápidamente al presidente de Venezuela urgiéndole a reparar todo el mal que le ha hecho a esa jueza que no hizo más que cumplir la ley, y precisamente la han encerrado por eso. Pero si se tienen en cuenta los antecedentes, se puede pensar que entre Chávez y la justicia, Zapatero elige a Chávez.
Quienes defienden a Chávez, y sorprendentemente los hay y no tan tontos como Willy Toledo, suelen alegar que fue elegido democráticamente, pero ese detalle no le convierte a él en demócrata. Sus intervenciones públicas en modo alguno dan idea de que tenga profundas convicciones democráticas, sino más bien de que está dispuesto a arrasar con todo con tal de salirse con la suya. Este tipo cobija en Venezuela, para vergüenza de parte de los venezolanos, a terroristas de toda laya, que además entrenan allí, y es difícil de creer que alguien tan totalitario como el infame Chávez no sepa eso. Por otro lado, no es que no va a entregar a los etarras cuya extradición tiene solicitada, es que probablemente no puede hacerlo, porque se le desmoronaría todo el tinglado. La curiosidad ahora estriba en ver cómo reacciona en el caso de la jueza Afiuni.
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