Es evidente que la obligación del gobierno español con respecto a la situación por la que atraviesa Ecuador es la de condenar a los agresores de su presidente, lo que no es de recibo es que Zapatero se haya apresurado a telefonear a Rafael Correa. Debería haberse limitado a hacer un simple comunicado institucional. Con su gesto, el presidente del gobierno español ha dado pie a que se piense que hay una cierta camaradería entre ambos.
Hay que tener en cuenta que el propio hermano del presidente de Ecuador, Fabricio Correa, ha dicho que quien gobierna su país es Chávez y en la misma entrevista ha calificado a Rafael de corrupto. No hace falta ser muy avispado para comprender que Fabricio está en lo cierto. Tampoco es ningún secreto la dependencia de Rafael Correa del dictador venezolano. Todos los que dependen de éste, como él mismo, aspiran a eternizarse en el poder, y no es ninguna casualidad que la comparación con el hondureño Zelaya haya salido a relucir.
El gesto de Zapatero es, por otra parte, total y absolutamente insolidario con los ecuatorianos descontentos que, sin haber participado en la revuelta, miran con preocupación la deriva que toma su país. El propio Fabricio Correa, que ha condenado el golpe, es uno de los descontentos.
Hugo Chávez, al que últimamente le sale todo mal, ha aprovechado la ocasión para dar rienda suelta a su espíritu bufonesco, acusando a Estados Unidos de ser los culpables de lo sucedido. Como si no fuera el propio Correa el desencadenante con sus modos totalitarios y con su total supeditación al propio Chávez, hasta el punto de que da cobijo en Ecuador a las FARC. Rafael Correa ha aprovechado el hecho para decretar el estado de excepción, con lo que algunos piensan que él mismo ha provocado el golpe, para poder dar el paso citado.
Fidel Castro también se ha apresurado a brindar su apoyo a ese lacayo de Chávez que preside el gobierno de Ecuador.
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