El dictador venezolano, porque lo es, aunque haya surgido de una elección democrática, se ha solidarizado con China en el caso del disidente político Lin Xiaobo, reciente Nobel de la Paz. No podía ser de otro modo puesto que Chávez también tiene la costumbre de encarcelar caprichosamente, como ha ocurrido, por ejemplo, en el caso de la jueza Afiuni.
Zapatero, como viene siendo habitual, tampoco se ha cubierto de gloria, fue el primero en solidarizarse con Rafael Correa, que no necesitaba en absoluto esa solidaridad, porque la que le interesa es la del propio Chávez, y ha sido el último en solidarizarse con Lin Xiaobo, que sí necesita esa solidaridad y además la merece. Tampoco consta que Zapatero se haya preocupado por la jueza Afiuni. A Zapatero no le preocupa la gente que está en peligro.
Las excusas de Chávez para defender al régimen chino son las propias de un dictador. Ha dicho que “un ciudadano disidente chino está preso en China por violar las leyes en este país”. Poco le importa que ese gobierno sea criminal y que las leyes sean arbitrarias, y lo raro no es lo que diga o haga Chávez, puesto que éste no puede salirse de la deriva que ha tomado puesto que de hacerlo se vendría abajo todo su tinglado. Un dictador, un asesino, un degenerado es un prisionero de su propio sistema. Lo raro y doloroso es que personas con algún acervo cultural caigan por sectarismo en sus trampas, poniendo al mismo nivel los errores o maldades de países democráticos y los de los dictadores, que no es que hagan algo malo, es que si hacen algo bueno es por error.
Dice el energúmeno venezolano que “el gobierno chino está haciendo uso de su independencia y soberanía progresista contra el premio”. Lo mismo que hace él con la jueza Afiuni y Ahmadineyad, otro de su cuerda, con Sakineh Mohammadi Ashtiani.
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