De vez en cuando hay que hablar del Islam. Lo tenemos muy cerca, a fin de cuentas. En Marruecos, ese predio de nuestro “primo” Mohamed, los islamistas ya empiezan a despuntar. No conviene tomar a broma estas cosas. Las religiones y los nacionalismos (otra clase de religión) son muy peligrosas. No hay más que fijarse en las tonterías que son capaces de decir, componiendo el severo semblante asnal, y la cantidad de gente que les hace caso.
Las religiones (y los nacionalismos) son peligrosas dadas las posibilidades que ofrecen a quienes las dirigen, ya que pueden movilizar con relativa facilidad a una gran cantidad de gente. Los líderes religiosos (y los nacionalistas) se dirigen a los sentimientos, que son fácilmente manipulables, y no a la razón. La religión islámica es doblemente peligrosa dado que en los países en los que se practica el nivel de instrucción es muy bajo.
En los países democráticos, con respecto a las religiones, rige la tonta norma de dejar hacer, bajo determinadas condiciones. Es una norma tonta porque con ella se abandona a su suerte a los habitantes de esos países y porque la gente fanatizada es, como sabemos, muy peligrosa. Lo que podrían hacer los países democráticos es ponerse de acuerdo para no permitir dentro de sus fronteras el culto de ninguna religión procedente de países en los que no hay libertad religiosa.
Esta medida tendría efectos benéficos para los habitantes de esos países, puesto que en un futuro más próximo que lejano verían aflojar el yugo religioso que les oprime. Lógicamente, sería beneficiosa también para los países democráticos al aminorar el fanatismo que tendrían que soportar.
Se dice que va en contra de las esencias democráticas, pero éstas han de ser defendidas y protegidas también. Y no se puede dejar en la estacada a unas personas a las que se las puede ayudar presionando ligeramente a sus gobiernos.
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