El actual presidente de Bankia, Rodrigo Rato, estuvo en Valencia, en donde fue saludado efusivamente por Alberto Fabra, el presidente de la Generalidad Valenciana. Y es que los de la pomada se protegen y defienden entre ellos. Si hacen alguna barbaridad, luego nos obligan a pagarla entre todos.
Rodrigo Rato estuvo en Valencia y dio muestras de un egoísmo atroz. Eso hubiera sido normal en cualquier otro banquero o en uno de los empresarios, de esos que dicen que son los que crean empleo, y que son los que vienen forzando la pérdida de derechos de los trabajadores. Los que se anuncian en la prensa y con sus anuncios condicionan la línea editorial de los medios.
Lo que ocurre es que Rodrigo Rato viene de la política, o ha adquirido renombre en la política, y eso le ha servido como lanzadera personal. Le ha venido bien su paso por la política, como a muchos. Pero un político es, teóricamente, alguien con vocación de servicio a los demás. La teoría, en este caso, como en otros muchos, se nos rompe a trozos.
Lo primero que hizo al acceder a la presidencia de Bankia, un banco que recibe la ayuda pública, es ponerse un sueldo escandaloso. Esa es su vocación de servicio a los demás. Dice que la tiene para cobrar mucho.
Fiel a su egoísmo no disimulado, este hombre que cuando Aznar hacía como que deshojaba la margarita para nombrar a su sucesor dijo que tenía todos los ingredientes (sic) para ser presidente del gobierno, ahora se desentiende de los ahorradores que invirtieron su dinero en las acciones del Banco de Valencia. No le gustó algo que había hecho José Luis Olivas, y para lograr su dimisión no dudó en traicionar la confianza que los accionistas del Banco de Valencia tenían en Bancaja. Ambos, Bancaja y Banco de Valencia, en manos del PP, el partido de Rato.Se da el caso de que quien ha perdido su dinero por haberlo invertido en las acciones del Banco de Valencia, ha de contribuir con sus impuestos a sanear este banco, para que pueda ser vendido, y también a sanear Bankia.
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