jueves, 10 de octubre de 2013

El País promociona a Artur Mas

Resulta paradójico que en este periódico en este periódico en el que se han publicado, y presumiblemente se seguirán publicando, tantos artículos memorables en contra de esa locura colectiva que es el nacionalismo, uno de los más estrambóticos representantes de esa doctrina reciba un trato tan favorable.
Me refiero, lógicamente, a ese Moisés de segunda mano que rige los destinos de los catalanes. Y digo que rige, cuando debería decir que lleva a todos, con suma destreza, hacia el abismo. Y tampoco debería decir todos, puesto que es posible que unos pocos salgan ganando. De eso, los suizos y similares saben mucho.
La prensa es para mí como una droga. Es obvio que para que haya democracia son fundamentales dos cosas: Una prensa totalmente independiente, y donde hay editoriales conjuntos es obvio que esta premisa no se cumple, y una Justicia realmente independiente. Al comprobar que algunos se sorprenden de que un juez se fije en ellos el ciudadano consciente se rasca la cabeza.
En España se rinde culto al poder. El común de los españoles teme enfrentarse al poder. Y el poder, en España, procura que estas costumbres sigan vigentes. El modo de romper esta tendencia tan española consistiría en dar libertad absoluta a los jueces y a los medios, pero eso no les conviene a los que mandan, que prefieren tenerlo todo controlado.
Y además de esta servidumbre hay otra. Los antiguos directores leían todo lo que se publicaba en sus periódicos. Temían incurrir en contradicciones o en falsedades. Y si se producían, querían estar informados sobre el asunto, para que no tener que enterarse por terceras personas. Hoy en día las cosas se ven de otro modo. Lo que importa es el número de visitas que tenga un sitio. Si hay algo equivocado que conviene desmentir, el desmentido también genera visitas.
De donde resulta que por mucho que los intelectuales critiquen a Mas, puede que al periódico le interese cuidarlo.

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