martes, 8 de octubre de 2013

Los pitos de Pujol Jr.

En esta vida cada cual se jacta de lo que puede, aunque también los hay que no se jactan de nada, o al menos de nada que sea estúpido.
En el caso concreto de los Pujol, el padre se jactaba, y no sé si lo sigue haciendo de que aquellos catalanes a los que llevó a la ruina le votaron. Se le notaba muy satisfecho de ello. Al resto de los españoles, a los que odia tanto, tampoco debió de salirnos barato el rescate de la Banca Catalana. Y a pesar de eso no son pocos los españoles que le consideran un gran estadista. No cabe duda de que algunas habilidades sí que tiene, porque a pesar de que ha hecho mucho daño, y las consecuencias del mal que ha hecho durarán bastante, los hay que aún se empeñan en verlo como a un señor educado. Él nunca hubiera hecho lo que su hijo, dicen. Pero no le habrían faltado ganas, cabría contestar.
Los deseos reprimidos se transmiten muy bien a la prole. El hijo de uno cuyo despacho siempre estaba muy desordenado es un fanático del orden. Sin duda que el padre añoraba ese orden que no era capaz de lograr. El hijo de otro que jamás fue capaz de capaz de dar rienda suelta a su odio en sus escritos, no disimula el odio a los enemigos de su padre.
El hijo de Pujol, que dicen que es muy obsesivo, no sé eso tendrá que ver con el nacionalismo, pero me da que sí. No se puede decir nada bueno del nacionalismo, esa es la verdad.
Presume el tal Pujol hijo de haber comprado los cinco mil pitos con los que se pitó al Rey en un partido de fútbol. Y está muy contento de su hazaña. Si llega a escribir el Quijote, ¡cómo estaría! Ah, no, que el Quijote lo escribió un charnego.

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