jueves, 28 de noviembre de 2013

Las cosas de Tardà

El llamado Joan Tardà es un señor cuyas simpatías por España no están demostradas y, no obstante, es diputado en las Cortes Generales de España y cobra un sueldo por ello. Quizá piensa que es un sucio dinero español, yo no lo sé.
El caso es que Carmen Tomás le echó en cara que el Consejo Audiovisual de Cataluña pretenda multar a Federico Jiménez Losantos, Alfonso Merlos y Xavier Horcajo por fomentar el odio a los catalanes. Las multas serían como mínimo de medio millón de euros.
El asunto tiene miga, porque si alguien, en el ejercicio de la libertad de expresión, que consagra la Constitución española, critica que se fomente el odio a España, puede verse en la situación de que su alegato se interprete como fomento del odio a los catalanes. Aparte de que el hecho de admirar el carácter catalán, como es mi caso, no conlleva que haya que comulgar con ruedas de molino. Si yo digo que Tardà no me parece digno de admiración, no fomento con ello el odio a los catalanes. Y ni siquiera a Tardà. El odio es patrimonio de los seres mediocres. Los que odian a España son mediocres. Los que odian a esa parte de España que se llama Cataluña son mediocres.
La respuesta de Joan Tardà a Carmen Tomás, es decepcionante. Pone en la wikipedia que es catedrático. Una persona analfabeta y sin ningún interés por la educación y los buenos modales, hubiera reaccionado llamando fascista a Carmen Tomás. Tardá no respondió exactamente eso, sino que le dijo, en primer lugar que está enferma, y luego la llamó fascistona.
Ya se ve que un catedrático va más allá de la simple palabra fascista, puesto que es capaz de vislumbrar que las palabras tienen variantes y derivadas.
Lo que no ha explicado es por qué considera fascistona a Carmen Tomás y no a sí mismo.

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