miércoles, 13 de noviembre de 2013

Una sandalia en el Parlamento catalán

Hay gente que está conforme con el hecho de que un diputado catalán amenazara a Rodrigo Rato, en el mismo Parlamento catalán, con lanzarle una sandalia. Qué le vamos a hacer.
También Carod conseguía votos mediante patochadas con las que se ganaba la repulsa casi general, excepto la de unos cuantos descerebrados que le votaban.
Uno se debe respeto a sí mismo y luego también al lugar en el que está. Un acto de esta naturaleza denigra a quien lo lleva a cabo. Y a quienes lo consienten o lo apoyan.
A Narcís Serra le llamaron ladrón. Cosa que no deja de ser un gesto de impotencia, una chulería improcedente, y una prueba de la mala educación de quien lo hizo. Es un gesto que revela impotencia, puesto que ese Parlamento no fue capaz de impedir la quiebra de la Caja. Es un gesto vano de chulería, porque unos años antes no se hubiera atrevido a hacerlo. Y, finalmente, hay muchas maneras de decir las cosas.
A Rodrigo Rato le amenazaron con tirarle un sandalia, pero a Jordi Pujol, que arruinó a un gran número de familias catalanas, le pusieron una alfombra y le aplaudieron.
Por otro lado, las siglas que respaldan al tipo de la sandalia son las de una organización política que pretende para Cataluña un descalabro mayor, mucho mayor, que el de Bankia. Si consiguiera llevar a cabo sus propósitos los catalanes más desfavorecidos se hundirían definitivamente en la miseria y un gran número de ellos optaría por el suicidio, a la vista que las perspectivas que les ofrecería la situación.
La información que ofrece la Wikipedia de esta formación política da cuenta de una serie de disparates a cual mayor. Incluso se refiere a unos imaginarios Países Catalanes, que sólo caben en unas cuantas mentes calenturientas. Es demencial todo lo que tiene que ver con CUP. Ni sus insultos pueden ofender ni sus amenazas asustar. Yo les recomendaría una carta de Albert Boadella para que aprendan a decir las cosas con gracia. Y a tener fundamentos.

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