Dicen que el mal viene de Almansa. ¿Y cuál es el mal de los valencianos de hoy? Probablemente, muchos. Veamos el más relación tiene con ese que viene de Almansa. Tenemos unos políticos que se dicen demócratas. Su modo de entender la democracia consiste en decirles a sus votantes lo que tienen que desear y lo que deben pensar. Los ciudadanos por su parte ven que si sus simpatías se decantan hacia el PSOE, este partido tiene algunas líneas de actuación, precisamente las que tienen que ver con las señas de identidad y los símbolos valencianos, que no gustan a muchos; y entre quienes prefieren al PP, viene a ocurrir algo muy similar. La prueba de que las cosas son así viene, en primer lugar, del éxito que llegó a tener Unión Valenciana cuando un personaje intuitivo como Vicente González Lizondo se hizo cargo de ella. Alcanzó muchos votos y también las simpatías de votantes de los otros dos partidos, que si no le daban el voto, por lo menos se alegraban por su éxito. Lo ocurrido con este partido hace pensar que V.G.L. no supo analizar aquello que intuitivamente hacía bien, puesto que no logró el acompañamiento más adecuado. No fue Zaplana quien acabó con U.V., sino que fueron sus propios militantes quienes lo hicieron, puesto que sin saber donde estaban y porqué estaban ahí, quisieron tomar otro rumbo. Ese sentir valenciano, al que unos políticos tratan de contrariar y otros de engañar, ha propiciado también la salida del diario Valéncia hui. El mal de Almansa actual lo constituye la AVL. Si no fuera por ese sentir que bulle por aquí y que Puche, buen conocedor de todo lo que concierne a Valencia, explicó no hace mucho diciendo que los valencianos no somos nacionalistas pero somos muy valencianos, nuestra clase política hubiera optado entre el IEC y la RACV. La función de la AVL, probablemente la Academia más cara del mundo con mucha diferencia, según el PSPV, consiste en hacer confluir el valenciano y el catalán. Para eso ya estaba y gratuitamente, el IEC. Según el PP, revitalizar el valenciano, cometido que lleva desempeñando desde hace casi cien años la RACV. El mal de hoy, que interesa mucho más que el de ayer, mediatiza toda la política valenciana y distrae recursos y energías que son necesarios en otros asuntos. Este mal se curará cuando los políticos descubran que su misión consiste en obedecer a los ciudadanos y no tomarlos por un rebaño de borregos al que pueden engatusar y guiar.
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