Se empeña el Papa en recordarnos el infierno y no sé si esto será contraproducente. Es sabido que la cobardía conduce al mal. La vida continuamente obliga a elegir entre dos o más opciones y los más cobardes suelen elegir la más fácil y menos arriesgada para ellos, sin importarles el daño que puedan hacer a otros. Por eso no se acaba de entender la insistencia en asustar a la gente. ¡No temáis!, decía el anterior Papa. Por su parte, Manuel Alcántara dice que un gran número de ejemplares de la especie humana son chapuzas. Y tiene razón. Sancho Panza, como ser humano, es superior al energúmeno que dio una patada en los huevos a Agirre, al ertzaina que lo dejó ir sin tomarle los datos y al juez que con una excusa ridícula exculpó al ertzaina. Sancho Panza es superior a infinidad de especímenes humanos, como jueces, políticos enredadores y manipuladores, obispos incapaces de condenar a ETA, ciudadanos cobardes que increpan al Foro Ermua, vecinos capaces de sentir más simpatía por un cristalero asesino que por su víctima, explotadores, cobardes que callan ante las injusticias, y por este camino hasta completar la lista. Quizá exista el infierno, pero ya esté totalmente lleno, a la vista de lo que hay que ver a diario. Sé de quien habiendo sido catalogado por alguien muy encumbrado socialmente como poseedor de una gran calidad moral, luego no dudó en traicionar de modo infame a quien más lo necesitaba, poniéndolo a merced de personas sin escrúpulos. Esta traición no evitó que a su muerte la alta jerarquía eclesiástica que ofició su funeral, le dedicara encendidos elogios. ¿Sería la única que hizo en su vida? ¿Estará en el infierno ahora ese caballero? ¿Se sentiría a gusto consigo mismo mientras vivió? Es sabido que el mejor modo de no tener cargos de conciencia consiste en no tener conciencia. Prefiero, pues, en este punto, mostrarme más de acuerdo con el anterior Papa en que es preferible fomentar el valor que asustar a la gente.
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