Algunos gabinetes de abogados, generalmente los que se ocupan de los asuntos empresariales, suelen usar el término “trabajadores conflictivos”. A este respecto, puedo contar el caso de alguien que habiendo sido el número uno en su promoción y al acceder luego a su carrera laboral, en una gran empresa, siempre la ha desempeñado con gran eficiencia. Pero su empresa fue absorbida por otra mayor y ahora le han quitado el cargo y han puesto por encima de esa persona a un botarate cuya capacidad y eficiencia están lejos de la suya. Todo ello sin haberle dado explicaciones y propinándole además un trato que no tiene nada que ver con el de antes. ¿Quién es el conflictivo? Los empresarios no suelen ser personas modélicas que saben donde terminan las obligaciones del trabajador, sino que a menudo, puesto que pagan su salario, se creen con derecho a influir en su modo de pensar e incluso le pueden imponer comportamientos no éticos. No hay más que fijarse en las páginas contra el acoso moral que tienen abiertas Marina Parés Soliva y Carmen Sánchez Carazo.
Lo que exigen muchos empresarios es que sus empleados sean sumisos y obsecuentes, premian más estas actitudes que la eficiencia laboral. A menudo, son incapaces de comprender y agradecer, siquiera sea moralmente, el cariño que muchos trabajadores toman a sus empresas, en donde vuelcan los afanes de sus vidas, y el desvelo con que trabajan. El trato es desigual en este aspecto, puesto que mientras los empresarios no dan más que lo estipulado en el contrato o convenio, material y moralmente, e incluso son capaces de catalogar como tontos a los trabajadores que se esfuerzan más de lo obligado, algunos trabajadores llegan a sentir un gran cariño por las empresas en que trabajan y sus dueños. Por supuesto que hay trabajadores conflictivos, pero debería reservarse esa denominación a los casos particulares en que sea así y nunca utilizarla de modo genérico.
Lo que exigen muchos empresarios es que sus empleados sean sumisos y obsecuentes, premian más estas actitudes que la eficiencia laboral. A menudo, son incapaces de comprender y agradecer, siquiera sea moralmente, el cariño que muchos trabajadores toman a sus empresas, en donde vuelcan los afanes de sus vidas, y el desvelo con que trabajan. El trato es desigual en este aspecto, puesto que mientras los empresarios no dan más que lo estipulado en el contrato o convenio, material y moralmente, e incluso son capaces de catalogar como tontos a los trabajadores que se esfuerzan más de lo obligado, algunos trabajadores llegan a sentir un gran cariño por las empresas en que trabajan y sus dueños. Por supuesto que hay trabajadores conflictivos, pero debería reservarse esa denominación a los casos particulares en que sea así y nunca utilizarla de modo genérico.
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