Dice Lluis Foix que la multinacional más poderosa de todas es la de la inteligencia y tiene razón. La inteligencia sirve para prever lo que puede ocurrir y para buscar las posibles respuestas y preparar las mejores soluciones, para lo que se avecina, sea bueno o malo. La inteligencia sirve también para lograr la mejor adaptación al medio. Sin embargo, y como se dice jocosamente, en España se suele valorar más la actitud que la aptitud. Pero no solamente en las clases dirigentes empresariales y en el mundo de la política ocurre esto con frecuencia. También quienes debieran ser los beneficiarios finales de la inteligencia que se ofrece a trabajar por ellos, la rechazan a veces de modo absolutamente mostrenco. Eso es lo que ha sucedido con Francisca Cardona Roig, que se presenta a las elecciones en Ibiza y algunos han dado en colgar la entrevista que le hice en alguna web de aquella isla, con la intención de desacreditarla aireando su condición de superdotada intelectual. Paquita es una persona apacible, metódica, soñadora de sueños utópicos y hasta la fecha, una bellísima persona. Es sabido que los comportamientos pasados no garantizan los futuros, pero dan una idea. Su presencia en la política debería inspirar tranquilidad y confianza a los ciudadanos, puesto que cuando se unen la inteligencia, la bondad y los deseos de ser útil a la comunidad, suelen dar buenos frutos. Pero es sabido que desde que Caín mató a Abel dando así carta de naturaleza a la envidia, ésta no ha dejado de estar presente allí en donde ha habido actividad humana. El resultado de la acción de la envidia ya se sabe de sobra. Frena el desarrollo, impide la plena comunicación entre los seres humanos, distorsiona el hecho de vivir y sobre todo mortifica a quienes la sienten, ya que es amarilla porque muerde y no come. Y una vez citado a Quevedo, vuelvo al artículo del que hablo al principio, en el que de principio a fin se percibe lo conveniente que resulta actuar inteligentemente.
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