Magdalena González Bordallo trabajó en la Biblioteca Nacional, en el Museo del Prado y desde hace unos años en el Muse0 de Arte Romano de Mérida, ciudad en la que reside. Es sindicalista y aunque me ha dicho varias veces cuál es su sindicato y lo tengo anotado, el dato no viene a cuento, puesto que lo que me interesan son las personas y no las siglas. Magda es insobornable e incorruptible. Con ella no valen amenazas ni promesas. Se lleva unos disgustos enormes cuando piensa que le han hecho alguna trastada y es capaz de perdonar la villanía más grande sin esfuerzo por su parte. En cualquiera de las circunstancias es Magda, ella misma, no una veleta que se mueve al compás de sus intereses más mezquinos. Magda tenía un familiar en Valencia que enfermó y hubo que ingresar en La Fe. La puse en contacto con Mari Ángeles Lupiáñez Tomé que enseguida fue a visitarlo y se interesó por su situación. Mari Ángeles y Magda congeniaron enseguida y poco después se conocieron personalmente en Valencia. Mari Ángeles también es sindicalista y tampoco recuerdo ahora cuál es su sindicato, aunque yo he estado en él, en La Fe. También es incorruptible e insobornable. Es capaz de hacer un estudio teórico muy completo y realista de cualquier situación que requiera su actuación sindical. Ninguna de las dos sería capaz de colaborar en ninguna conjura, ni maquinación turbia contra ningún trabajador. Es más, cualquiera de las dos es capaz de olfatear cualquier inicio de acoso moral en el trabajo, incluso antes de que el propio interesado se dé cuenta. En este caso, enseguida se ponen manos a la obra para impedirlo. Ambas son mujeres que tienen un código de conducta y suficiente valor para ajustarse a él. Es sabido que la mejor forma de que la conciencia deje dormir consiste en desprenderse de ella. No es el caso de estas dos ejemplares sindicalistas.
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