martes, 24 de abril de 2007

Acerca de la sana laicidad

Blázquez reclama una sana laicidad y no le parece bien que haya una total separación entre Estado e Iglesia. Yo creo que sí que es conveniente esa separación y me parece además que ambas partes saldrían ganado. Yo tengo mi opinión, que consiste en que si la fe en Dios o la práctica de la religión, o ambas cosas a la vez, son buenas es porque sirven al ser humano, ya que permiten resolver con prontitud y de forma correcta dudas y problemas. ¿Por qué hay que actuar bien cuando hacerlo mal puede reportar mayores beneficios materiales y muy a menudo con total impunidad? ¿Qué hay detrás de la muerte? Estas cuestiones son primordialmente íntimas. Por otro lado, se puede vivir aparentando una total religiosidad, cumpliendo todas las normas y preceptos sin que ello implique la seguridad de que quien lo hace sea una buena persona. En realidad, hay gente que actúa así y no es nada de fiar. Por el contrario, puede haber quien, no siendo creyente, no ceje en su labor altruista de ayudar a quien lo necesite y su vida sea ejemplar. Por ello, y dejando claro que lo que digo no es más que mi opinión, sería bueno que la Iglesia en lugar de pretender acrecentar el número de adeptos, debería propagar la bondad como forma de conducirse por la vida, y predicar con el ejemplo. Quizá de este modo el éxito les llegara por añadidura. Y aunque no fuera así, tendrían la sensación de estar haciendo lo correcto, que tampoco es mal premio. En este sentido, el hecho de que la Iglesia Católica exija a los profesores de religión que sean católicos practicantes puede fomentar la hipocresía. Podrían exigir a los profesores de religión que se fueran buenas personas y que se esmeraran en transmitir esta cualidad a sus alumnos. De este modo, darían prueba también de su tolerancia y de su respeto al prójimo, aunque sea diferente.

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