Me gusta dar grandes paseos, de diez o quince kilómetros, por cualquier lugar. Creo que ésa es la forma más sana de hacer ejercicio. Nunca se me ocurriría llevar escopeta. Quien camina por los campos, o por los montes, observa el paisaje, cambiante o uniforme, el color de la tierra, las distintas gamas del verde, el aroma de los campos y de las plantas, las flores cuando las hay. Es de suponer que el cazador está más atento al mundo animal, probablemente tiene los sentidos en atención máxima, y sabe ver huellas y conoce las costumbres de bastantes animales. Por la necesidad que tiene de madrugar, suele tener el premio de ver la salida del sol.
Dicen que los buenos cazadores ayudan a la conservación de la naturaleza y de las especies. Recuerdo que Miguel Delibes, en Diario de un cazador, sostenía esta teoría. Y también recuerdo que el poeta valenciano, César Simón, le reprochaba su afición a la caza.
Me regalaron una gata siamés, que vivió 18 años y más tarde una perra Yorkshire, que llegó hasta los quince. Las echo de menos a ambas. La cuestión es que durante dieciocho años he tenido visitar la consulta del veterinario, por un animal o por otro. Allí he sabido de historias de cazadores y de perros. Hay cazadores que cuando un perro no responde a las expectativas que se había creado, lo abandonan o lo regalan, y así sucesivamente hasta que encuentran el que les gusta.
Una de las veces había un perro enfermo del corazón, con asma y casi ciego, al que su dueña cuidaba con mimo. Contó ella que había sido el mejor cazador de la comarca, pero que cuando comenzó a perder facultades fue abandonado por su dueño, momento en que lo recogió ella.
Naturalmente que no todos los cazadores son así, los hay que aman y miman a sus perros, sean buenos o no para la caza. Los hay que cuando consiguen un perro se lo quedan ya para siempre y lo cuidan como corresponde. Aunque no sea muy bueno cazando.
Dicen que los buenos cazadores ayudan a la conservación de la naturaleza y de las especies. Recuerdo que Miguel Delibes, en Diario de un cazador, sostenía esta teoría. Y también recuerdo que el poeta valenciano, César Simón, le reprochaba su afición a la caza.
Me regalaron una gata siamés, que vivió 18 años y más tarde una perra Yorkshire, que llegó hasta los quince. Las echo de menos a ambas. La cuestión es que durante dieciocho años he tenido visitar la consulta del veterinario, por un animal o por otro. Allí he sabido de historias de cazadores y de perros. Hay cazadores que cuando un perro no responde a las expectativas que se había creado, lo abandonan o lo regalan, y así sucesivamente hasta que encuentran el que les gusta.
Una de las veces había un perro enfermo del corazón, con asma y casi ciego, al que su dueña cuidaba con mimo. Contó ella que había sido el mejor cazador de la comarca, pero que cuando comenzó a perder facultades fue abandonado por su dueño, momento en que lo recogió ella.
Naturalmente que no todos los cazadores son así, los hay que aman y miman a sus perros, sean buenos o no para la caza. Los hay que cuando consiguen un perro se lo quedan ya para siempre y lo cuidan como corresponde. Aunque no sea muy bueno cazando.
1 comentario:
Curiosa historia de actos humanos. Desafortunadamente no todos tenemos el lujo de esas largas caminantes en tales paraisos.
Un saludo.
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